Vendedor de humo. Aprendiz de "escribidor". En Comala y en Macondo comprendí que al lugar donde has sido feliz no deberías tratar de volver. Me llamo Hugo Esteban, y ahí no termina la cosa. Soy riobambeño y con eso es suficiente.
«Quiero ser puta.»
Lo había decidido. Sin dilaciones, en hierática actitud. Solca ¿fue ella?, le daría los motivos y las circunstancias a las que respondería. No. La familia, la casa. ¡Carajo, me dan igual! «Quiero ser puta». No lo sabías, Elenita. Pero querías ser puta. Puta, como aquellas a las...
Barquisimeto, su pueblo y el mío. ¿Cabe recordar que tienen un Gobierno imbécil? Creo que no. Huyó, sin decir más: a pie. Venezolano de carne latinoamericana; hambre con tez trigueña, la conciencia de no pecar por sus pies planos y ser mejor que a lo que oyó de los...
Yo cumplí la obligación, digamos, literaria, parecida a la angustia, de hacer algo contigo. ¿Una venganza, quizá? Lo único que sé es esto; quererte con palabras cuando ya no estás, un sucedáneo, abrazarle y hablarle, cuidar a tu fantasma. Gracias, Paancito, me hiciste sentir vivo. Gracias hermanos indígenas. Yupaychani. A los que cayeron, y a los que estuvieron, desde siempre, en pie de guerra.
Entre la maleza de la lluvia arbórea nació Víctor Cancio. Lagoagrense a cargo de Raúl Reyes, asentado en Riobamba después del bombardeo en Angostura. Sin nostalgia a la clandestinidad, fue estibador en San Alfonso; hasta que conoció a Simón, quien cambiaría ¿acabaría con? su vida