Sin mayor intención recuerdo algo del lodo en el que cada domingo escribo, en esta ocasión recorto y pego parte de febriles deseos.

Dedicado a uno de mis mejores lectores, o el único, José.

ESCRITO 1: CENIZAS

Y yo que pensaba ser ceniza.
Volátil para que nunca se mencionen
nuestros encuentros infértiles
sobre un piso mojado y lleno de pedazos

Mientras el recorrer se me hacía costumbre,
su mano de apoco convertía en polvo
los pocos huesos que quedaban.
La película recorría en viceversa.

Un dolor entre tantos otros que motiva.
La resina pegada a las plumas azules
como su color favorito y el pasatiempo
de tenerme sujeta desde el fondo de mi costilla.

¡Ay! ¡Cuánta creatividad para volverme tierra!
No lo asumen las miradas, el que me cuentes
desde las calles los pasos como buscando
la facilidad de mis manos tibias

Y yo que pensaba ser ceniza.
Me queda grande la obra de ser mártir
a pesar de que no falle la supuesta fortaleza
le sigo gritando que vuelva a mi su estupor.

Y yo que pensaba ser ceniza
hoy ruego un poco de alquitrán.

 

ESCRITO 2:  Mar

Entre el espacio que me habita y su ser:
Desde hace poco van calando los deseos de caminar mar adentro.
Recoger los pasos de una muerte esperada
la que ha llegado solo a lamerme las uñas de los pies

Añorando el  sabor de la marea blanca
e intentando recoger «conchitas» con imagen de infante
mientras la cabeza se repleta de deseos febriles.

Soy yo, la que quiere verse envuelta
en las conversaciones hecho olas frente a la piedra.
Consumiendo rastros de lo que creen un alma
sin viaje cercano, no nos encontramos en la arena.

Y si de muertos hablamos, su figura se presenta
recordándome que no existen silencios perpetuos
ni forma adecuada para salir de este encierro.

ESCRITO 3: Retorno

Quisiera decirle las verdades de este pecho.
Prometerme no volver a revolver los cajones
inclusive mantener limpia la cocina.

Puede ser que una casualidad le traiga
a este lugar que tanto recuerda sus pasos

Le cuento:
Por aquí casi nada ha cambiado, poco en realidad
Murió el geranio que debí plantar antes
no se si recuerde mi impaciencia porque florezca.

En la refri hay unas cuantas frutas
y las verduras,  esas siguen pudriéndose.

Ciertas noches concentro los ojos y le pido.
Pido a la santa por la franqueza de sus honores
y para ser sincera fumo más de lo que escribo.

Me aterra la idea de que mis palabras caigan
choquen explosivas en la tierra sin que antes le lleguen.

Entre las ilusiones más dulces me quedan
las miles de formas que memoricé de su cuerpo,
el sabor agrio de sus labios de madrugada,
o la manera clásica de arribar hasta mi puerta.

Todo lo recuerda, lo admito, para que mentirnos
¡Quisiera decirle las verdades de este pecho!

ESCRITO 4: Nube negra

He venido evitando este encuentro.
El enfrentamiento a esta abrumante nube negra,
sin tener que confesarme mucho
siento que entre los poros de esta carne
brota ese arcoiris que usted me provoca.

Sin razón evidente y mucho menos intención
hace que se encuentren mis rezos casi vivos
que más bien son súplicas silentes de un «que pase».

Mis dedos en llagas, ya no saben como llamarle,
y las postales son todas sugerentes.
A pesar de que muy adentro la seguridad
de sus desamores marque los tiempos,
entre el intento mojigato y mis deseos.

De pronto, entre las coincidencias nos encuentren
dormidos por los besos, muertos y afilados
que nos quedamos debiendo en la despedida.

Con el pecho aún amortiguado, casi en callo
le repito que esta vez se quede inmisericorde.

Déjeme creer como la niña que se come el cuento
en la entrada esperan mis maletas sin su pista
mientras enciendo un tabaco como único testigo.

Continuará…

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