Por Alex Samaniego

Alex Samaniego es analista político. Estudió Antropología y Filosofía en la USFQ, posterior a esto obtuvo una Maestría en Estudios Latinoamericanos en la UASB y más tarde cursó una especialidad superior en Políticas de Cambio Climático también en la UASB, donde actualmente se desempeña como asistente de investigación en el área de Ambiente y Sustentabilidad. Investiga temas relacionados con teoría política o la economía del cambio climático. También hace análisis de coyunturas políticas relacionadas con el medio ambiente o los derechos de la naturaleza o animales. También se desempeña como escritor de ficción, su última publicación en este género se lanzó en la revista mexicana Fantastique, con el título «Yo estuve ahí y sé lo que pasó».

El 4 de abril del 2011 le preguntaron al filósofo esloveno Slavoj Žižek  sobre ciertas formas de ecologismo que algunas empresas están implementando, también denominadas políticas de “capitalismo verde”.  Žižek respondió que el capitalismo utiliza esta nueva conciencia “verde” para aumentar el consumismo, que a su vez es la causa de toda esa crisis ambiental. (Slavoj Zizek: The Delusion of Green Capitalism, 2011). Este nuevo tipo de capitalismo, en sus términos, puede comprenderse recurriendo a una anécdota muy sencilla, llamada “la lógica de Starbucks”. Así, cuando una persona va a un Starbucks, paga por un café (o cualquier producto) a un precio considerablemente elevado. La excusa que da este establecimiento es que parte del dinero estaba destinado a causas sociales, como al sustento de los niños de Guatemala, o para el cuidado y preservación del agua. Y es que hoy en día existen muchísimos discursos medioambientales en la sociedad, por lo que conceptos como “cambio climático” o “crisis medioambiental” son relativamente conocidos.

Antes el consumidor utilizaba productos o servicios y podía sentirse mal al respecto, pues se conocía sus efectos nocivos. Hoy el panorama es distinto, en tanto existe un sistema que quita ese factor de culpa del consumidor.as empresas tienen una “conciencia ecológica” y, por un poco más de consumismo (dinero), el cliente se puede liberar de esa responsabilidad. De esta forma, la dinámica de consumismo ofrece alternativas bajo las cuales no se tiene que cambiar nada. La empresa sigue produciendo, sigue ganando dinero, sigue teniendo un impacto ambiental; mientras que el usuariosigue consumiendo, pero ahora en un envase reciclable de color verde. La conclusión de Žižek es que este tipo de “alternativas” son insignificantes, pues no provocan efecto positivo alguno en las causas medioambientales. Incluso las compara con el fanático de fútbol que salta y grita frente al televisor cuando su equipo está ganando y cree que sus acciones tienen algún efecto sobre el juego. Lo que opera detrás de estas pseudo-medidas, son simplemente las necesidades corporativas de seguir vendiendo y de quitar toda razón posible a la limitación del consumismo.

Imagen por Cristina Camacho, 2021.

Esta parece ser la lógica que opera detrás de algunas expresiones de Gustavo Manrique, el actual Ministro de Ambiente, Agua y Transición Ecológica. En una reciente entrevista con el periodista Carlos Vera, Gustavo Manrique manifestó que él está en el “negocio de salvar al mundo”. Ante la interrogante de qué es lo significa este “negocio”, el funcionario manifestó que la naturaleza es la “bodega” de donde sale toda la materia prima; que el ser humano, al ser el administrador de su propia bodega, debe ser inteligente al momento de utilizar dichos recursos, pues si se agotaran, se acabaría el capital del negocio. Es por eso que hay que ver a la naturaleza como un ecosistema en el que la madre tierra nos proporciona recursos para agregarle valor y, de esta forma, tener el estilo de vida que cada uno desee tener (Manrique, 2021).

Existen muchos problemas con trasladar una lógica empresarial a la naturaleza, como lo está planteando Manrique. Pero quizás el problema más importante no es que esto sea un negocio, sino que dicho negocio no satisface las necesidades que promete satisfacer, a saber, el cuidado de la naturaleza o las necesidades de los seres humanos, y además, es perjudicial para aquello que dice en primera instancia proteger. No cabe duda de que solo ha servido para que el índice de crecimiento económico incremente desmesuradamente a costa del trabajo y el desgaste de la naturaleza, a cambio de pocos beneficios sociales. Al ver a la naturaleza como una bodega, el ministro está dando una prioridad muy clara a su visión economicista y productivista, por encima de la medioambiental. La mercantilización de la naturaleza, contrario a lo que pueda pensar Manrique, no es un buen negocio y no sirve para cuidar la vida. Examinando las políticas planteadas por el ministro (en recientes entrevistas) se pueden destacar las siguientes:

  • Proporcionar agilidad burocrática a la emisión de licencias ambientales, propuesta que busca llevar a cabo a través de un decreto ejecutivo.
  • Emprender planes de reforestación urbana.
  • Implementación de la más alta tecnología, en miras de proteger recursos como el agua, la biodiversidad y la riqueza de la región.  Dentro de esas tecnologías está la perforación en racimo.
  • Aplicar un semáforo que indique la huella de carbono de los alimentos en los restaurantes de Galápagos.
  • Realizar consultas previas, democráticas y vinculantes cuando se pretenda comenzar a explotar un nuevo territorio.
  • No permitir la minería en zonas de recarga hídrica.
  • No dar paso a nuevas concesiones de minería a cielo abierto.
  • Sancionar a quienes no respeten sus licencias ambientales, en algunos casos con la culminación de la actividad productiva o, en casos más graves, con encarcelamiento.

Existen políticas que deben ser aplaudidas, entre esas la prohibición de la minería en zonas de recarga hídrica, como los páramos. La negativa a nuevas concesiones mineras a cielo abierto es una política importante también, así como la de la consulta previa, democrática y vinculante a las comunidades antes de entrar a explotar sus territorios. Sin embargo, una gran cantidad de expresiones del ministro solo producen preocupación, en especial por las razones que él tiene para cuidar a la naturaleza; utiliza en sus pronunciamientos una lógica de valor de uso cuando se refiere a la naturaleza, y esa lógica no es compatible con una naturaleza que es reconocida como sujeto abstracto de derechos, como es el caso de la naturaleza ecuatoriana. El valor de uso es el valor que se le asigna a un objeto, según su capacidad para satisfacer una necesidad. Como, por ejemplo, cuando habla de programas de reforestación urbana, su línea de pensamiento es la siguiente: Los árboles tienen el potencial de rebajar dos grados de temperatura a la zona urbana, si esto sucede habrá menos razones para utilizar el aire acondicionado, esto a su vez provoca un ahorro en las planillas de electricidad. Eso es un buen negocio. Esta lógica la continúa explorando cuando menciona que “según estudios serios” un tiburón vivo puede costar $1’600.000, mientras que un tiburón muerto, en el mejor de los casos puede costar $200, con lo cual su conservación, vale la pena. Eso es muy lucrativo. 

Por Steve Cutts, 2015. Recuperado de: https://www.recreoviral.com/creatividad/steve-cutts-ilustra-la-sociedad-moderna/

La lógica con la que opera la economía da cuenta de que a mayor capacidad de satisfacción, mayor será la valía de un objeto, pero en materia de derechos no existe ese tipo de discriminación, y no puede existir porque constituye un atropello, una contradicción con los derechos de la naturaleza que el ministro no parece comprender, sosteniendo como resultado una agenta contraproducente con la protección del medio ambiente, un discurso tan llamativo y con un potencial de peligro latente. La naturaleza no debería responder a las necesidades o lógicas del mercado y, en consecuencia, no puede ser tratada y negociada en esos términos. Un bosque no se recupera de su explotación según el valor internacional que su madera tenga, un río no aumenta su caudal si es que el mercado exige exportación de energía eléctrica. La naturaleza tiene un valor propio e innato en sí misma y no es valiosa según las leyes del mercado; la naturaleza es valiosa por sí misma, no es la bodega de nadie, es el lugar en el que habitamos. Esta lógica de mercantilizar a la naturaleza parece atravesar todas las políticas que el ministro ha promocionado en recientes entrevistas, pero la gravedad aumenta cuando habla de dos dinámicas en particular: las licencias ambientales y la tecnología en procesos de explotación minera. Veamos de qué se trata.

Licencias ambientales:

El ministro intenta balancear dos lógicas contradictorias de una manera que le resulta muy compleja; por un lado, defiende intereses productivistas basados en la explotación de recursos y, por el otro, sostiene un discurso medioambiental inviable. Para escamotear esta contradicción, que conduce evidentemente al deterioro del medio ambiente, explica que el objetivo de las licencias ambientales es precisamente el de regular y disminuir este daño. En sus términos, todo proyecto, ya sea minero, petrolero o de cualquier tipo, debe presentar un plan de manejo ambiental y, como parte de ese plan de manejo, debe presentar pólizas que operan como seguros ante cualquier eventualidad. Si es que un proyecto no cumple con su plan de manejo ambiental, se inician procesos legales con una serie de sanciones que pueden determinar sanciones como la suspensión de la licencia ambiental o el encarcelamiento.

Según el ministro, en el corto plazo en que ha estado en este prestigioso cargo, ya ha tenido que actuar en base a la protección de la naturaleza, mencionando tres casos en particular. El ministro debe tener razones para no hacer mención de particulares con respecto a estos tres casos, pero a grandes rasgos, menciona que una persona cortó árboles en la Amazonía sin tener los permisos respectivos y ahora (al momento de la entrevista) se encuentra encarcelado; también otra persona traficó 16 neonatos de tortugas y fue detenida; y por último un niño, también en la Amazonía, capturó una boa y estaba cobrando a gente para que la vean. Este caso también ya fue resuelto, pero lo preocupante de todo esto es la sobre confianza que el ministro tiene en los procesos burocráticos que harían pagar, con la misma eficacia, a una persona que tala árboles, a una persona que trafica tortugas, a un niño que captura boas, como lo haría con una empresa multinacional con un peso corporativo gigantesco y un cuerpo de abogados expertos en evitar cualquier tipo de demanda. 

En sus pronunciamientos, el ministro ha expresado que existen más de 20.000 procesos trabados que están esperando sus resoluciones para obtener sus licencias ambientales. Todas esas inversiones tienen un potencial de beneficio para el país y es por eso que se intenta resolver ese inconveniente lo más rápido posible, siempre y cuando esas actividades productivas cumplan con las exigencias de cuidados ambientales monitoreados a través de un decreto ejecutivo. Este caso lo preocupante es la confianza ciega que el ministro tiene en los procesos legales que harían pagar con la misma pena que aplicarían para una empresa multinacional con un peso corporativo gigantesco y un cuerpo de abogados expertos en evitar cualquier tipo de demanda, a una persona que tala árboles, a una persona que trafica tortugas, o a un niño que captura boas. El ministro no reconoce la gigantesca oleada de irregularidades con las que están manchados los procesos legales que involucran a empresas gigantescas que han contaminado el medio ambiente en Ecuador. ¿Cuánta contaminación ambiental dejó Texaco en el país y cuánto dinero de indemnización llegó a las comunidades afectadas?

El 3 de mayo del presente año Plan V publicó una historia llamada “La Contraloría no solo desvanece glosas sino auditorías ambientales sobre mineras chinas”, en la que se describe la forma de comportamiento que tienen algunas empresas mineras como EXSA, empresa que goza de concesiones mineras en el territorio Shuar Arutam. Asimismo, en el 2013, bajo presiones por parte de la sociedad civil, la Contraloría emitió un informe donde recomendaba que, debido a ciertas irregularidades, se debería revocar las concesiones antes entregadas. Tanto el Ministerio del Ambiente, como el Ministerio de Minas, no obedecieron esta recomendación. Más adelante, en el 2017, el PSHA hace una demanda ante la Corte Constitucional en contra de los Ministerios por no seguir las recomendaciones de la Contraloría. La demanda fue aceptada en el 2018, y fue procesada en el 2021. Para este momento, la Contraloría se retractaría de ese informe inicial, afirmando que tanto los Ministerios como la empresa sí siguieron las recomendaciones que se habían hecho. La conclusión es que se entregaron licencias ambientales, pero la justicia no fue efectiva al momento de hacer prevalecer el bienestar ambiental y social para el cuidado de la naturaleza y el cuidado del PSHA. 

Se inició entonces un proceso legal que duró ocho años, con irregularidades de parte de la empresa y también de las instituciones de gobierno. Es por esto que el querer agilizar la emisión de licencias ambientales, confiando plenamente en que un sistema de pólizas va a poder controlar plenamente las actividades productivas, no tiene un gran sustento cuando se trata de empresas de gran magnitud. Claro, Gustavo Manrique no debe pagar por pecados ajenos, ese accionar fue el de funcionarios previos a su función, pero las estructuras corporativas son las mismas, y es en base a eso que su agenda debería plantearse. El ministro haría bien en entender que cuando se trata de un poder corporativo tan fuerte, los procesos legales pueden durar años y los resultados pueden ser totalmente infructuosos, por lo que el cuidado debe prevalecer sobre aquello que se puede controlar, como las licencias ambientales. Las cuales no deberían ser entregadas pensando que hay mecanismos de control y de compensación si se producen daños ambientales; pues esas reparaciones pueden no llegar nunca y los daños medioambientales pueden ser irreparables.

La nueva tecnología que no contamina

Existe una teoría llamada “crecimiento verde” que se ha popularizado muchísimo en los últimos años, en especial desde que los gobiernos y las empresas no quieren comprometer su crecimiento económico por normativas medioambientales. Esta teoría sostiene que es posible tener un crecimiento económico separado de los impactos ambientales que este procedimiento requiere. Para esto existen algunos indicadores que se utilizan para intentar comprobar dicha teoría. Con respecto al crecimiento económico se utiliza el ya muy conocido Producto Interno Bruto (PIB). Para medir el impacto ambiental de ese crecimiento hay algunas opciones, pero usualmente se utiliza el Consumo de Material Doméstico (DMC, por sus siglas en inglés). El DMC mide cuánta cantidad de material (biomasa, minerales, metales, combustibles fósiles) se extrae del suelo doméstico, sumando a esto todas las importaciones de materiales. No es un medidor exacto, pero es un buen aproximado, debido a que a mayor cantidad de material extraído, mayor será el impacto ambiental (Hickel y Kallis, 2019).

Usualmente hay una relación directa entre el crecimiento del PIB y el del DMC, es decir, que crecen paralelamente. Esto dado a que una mayor cantidad de materiales extraídos se traduce en más bienes o servicios. La idea detrás del “crecimiento verde” es que es posible hacer que el indicador del PIB crezca mientras que el indicador del DMC no lo haga, o lo haga a un ritmo menor. En otras palabras, hacer que el crecimiento económico no tenga impactos medioambientales requiere estrategias, como la aplicación de nuevas tecnologías, tecnologías a las que apunta el ministro de ambiente con el propósito de explotar recursos, pero no de no contaminar.

A favor del sector petrolero el ministro mencionó que ahora hay tecnologías de punta, como la perforación en racimo, que con una sola perforación extrae petróleo de varios pozos. Confiando plenamente en la existencia de tecnologías que puedan hacer posible el “crecimiento verde”, el ministro ha hecho comentarios muy pesados y prácticamente imposibles de sostener. Uno de esos es que a través de la tecnología se puede exigir que las empresas dejen “igual o mejor” el agua, la biodiversidad y la riqueza de la comunidad del sitio de explotación (Manrique 2021b). Muy desafortunadamente para el ministro y su discurso, esa tecnología aún no ha aparecido. No hay ningún tipo de tecnología de explotación de recursos que no afecte el agua, la biodiversidad y las comunidades, ni mucho menos existe tecnología que las deje en mejores condiciones que antes.

La contaminación que generan los proyectos petroleros o mineros es inminente y no puede ser contenida en su totalidad, esto no es una teoría, es un hecho. La tecnología de la que habla el ministro es el delirio de una inexistente revolución científica, equiparable quizás a la primera vez que se utilizó electricidad. Él sueño con lo que sería la solución absoluta a las necesidades energéticas del planeta, pero esa revolución no se ha dado, y las políticas no pueden basarse en utopías. Los resultados demuestran que esa separación entre explotación y afectación medioambiental no solo no se ha dado, sino que la explotación de recursos ha aumentado, empeorando las ya precarias condiciones del medio ambiente. La tecnología que propone el ministro es una promesa similar a la de la segunda venida de Jesús; un acto más de fe que de análisis técnico en el que se continúa justificando la explotación indiscriminada de la naturaleza, para sacar, supuestamente, al país de sus muchas crisis económicas y sociales.

Por Steve Cutts, 2015. Recuperado de: https://www.recreoviral.com/creatividad/steve-cutts-ilustra-la-sociedad-moderna/

Y entonces… ¿de qué se trata la transición ecológica?

“La transición ecológica ya empezó” son las palabras del ministro, pero en su ambigüedad discursiva, ese discurso aún no ha sido respaldado en ninguna fuente contundente que valide en efecto la viabilidad de lo que su agenda ha denominado como “transición ecológica», una política más especulativa que realista. Esto no solo pone en cuestión las capacidades del funcionario para enfrentar los verdaderos retos que demanda su cargo, sino que además compromete el devenir de la naturaleza en el territorio ecuatoriano. Es de esperar que en un momento cercano el nuevo Ministerio de Ambiente, Agua y Transición Ecológica emita un plan materia de un análisis más profundo. Por lo pronto, el ministro pide paciencia para que esas tecnologías revolucionarias y estratégicas se inventen, paciencia para que sus premoniciones se cumplan y poder demostrar así su ingenio y coherencia discursiva. El ministro está haciendo promesas imposibles, de esto no cabe duda, pero la peor parte se la lleva la naturaleza, que es la que finalmente pagará el precio. Por el bien de todos, hay que esperar que el ministro tenga una gran gestión que por ahora no existe, o comienza con muchas más preguntas y preocupaciones que certezas.

Edición: Mariana Moreno

Bibliografía:

Hickel, Jason, y Giorgos Kallis. 2019. “Is Green Growth Possible?” New Political Economy, abril, 1–18. https://doi.org/10.1080/13563467.2019.1598964.

Manrique, Gustavo. 2021. Veraz: la política ambiental en el Gobierno Entrevistado por Carlos Vera. La Posta. https://www.youtube.com/watch?v=iK8dh__S0h0.

———. 2021. Castigo Divino: Gustavo Manrique Entrevistado por José Eduardo Vivanco. La Posta. https://www.youtube.com/watch?v=j_81x6MesbM.

Slavoj Zizek: The Delusion of Green Capitalism. 2011. Ponencia. Nueva York. https://www.youtube.com/watch?v=yzcfsq1_bt8.

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