Como las cosas humanas no son eternas, yendo siempre en declinación de sus principios hasta llegar a su último fin, y como el régimen del licenciado Lenín Moreno no tuviese privilegio del cielo para detener el curso de la suya, va llegando a ocaso y acabamiento su malhadado turno en el poder, y a fe nuestra que, ni aun con este quijotil introito, por más empeño que pongamos, logramos hallarle acciones que lo hagan pasar a la historia con menos pena que gloria; hay quienes destacan su indisposición a cohonestar la arraigada corrupción que marcó la ristra de años de su antecesor, pero hay quienes no ven en dicha indisposición más que la tabla de salvación para que su respectivo turno no se extinguiera en menos que canta un gallo; no faltan aquellos que, si bien con timidez, destacan tal o cual “obra”, pero al rato se desilusionan al constatar lo obvio: que hacer es la obligación de un gobernante, que para algo se le ha confiado los recursos de sus gobernados, y en ningún caso “sus obras” son un favor ni una gracia emanada de su munificente voluntad, si es que la hubiera.
En estos días se anuncia la llegada de 50000 vacunas contra el covid 19, dosis que, en el mejor de los casos, no darían abasto más que para 25000 tratamientos, anunciándose para después el arribo de otros 2 millones, cantidad que tampoco conjuraría los peligros de la pandemia en curso si, como afirman los especialistas, el control de calamidad semejante solo se lograría una vez que al menos el 60% de la población se encontrara debidamente inoculada.
En medio de estos anuncios con collar de victoria pírrica, se informa también que el presidente viaja a Washington a gestionar, “personalmente”, la llegada de más dosis y unos cuantos asuntos relacionados con la salud pública, contexto que lleva a preguntarnos: ¿acaso no hay personal del servicio exterior suficientemente capacitado y autorizado para concretar esa clase de cabildeos?, ¿acaso la presencia del presidente en persona va a acelerar la llegada de las ansiadas vacunas?, ¿acaso no se podía hacer esa clase de gestiones por vía telemática?
Sin querer pecar de insolente, se me ocurre pensar que a lo que el presidente viaja, ya que no ha de ser viaje de placer, es a atender asuntos de esos de los cuales difícilmente llegamos a enterarnos con precisión, si no es que a dar lástima con su triste figura: a final de cuentas, y moleste a quien moleste, hemos tenido como mandatario a un funcionario blandengue, a un personero poco eficiente, en el mejor de los casos a un aprendiz de procurador, pero de ninguna manera a un líder ni a un gobernante con madera de estadista; solo con profunda vergüenza, si he de expresar mi personal parecer, podría sentirme representado por un presidente como Moreno, y mucho menos por un delincuente prófugo y cobarde como a todas luces lo es su antecesor, su ascendiente y su mentor.
En fin, con los días se verá si ese viaje valió la pena, o si fue un mero desperdicio más de recursos de esos que, con la más absoluta desvergüenza, terminan sumándose a la ya desbordada lista de desafueros que, ni aun en tiempos de crisis, han dejado de consumarse desde el poder: en todos estos meses, como el lector lo sabe, no ha habido semana en que no salgan a la luz las denuncias, indicios, confirmaciones y evidencias de todo tipo de tráficos y ultrajes perpetrados contra los recursos públicos en cantidad directamente proporcional a la impunidad reinante, una impunidad que parecería orquestarse desde las mismísimas riendas llevadas por los altos mandos, unas sucias riendas a cuyos portadores no les queda otra opción que ocultar sus inmensos rabos de paja socapando las granjerías y delitos de cada corrupto, de esos que, por todo activo, no pasan de estar en la posesión de macabros secretos de esos que más temprano que tarde terminan revelándose sin necesidad de un gran escrutinio: en tierra de orates, qué duda cabe, delincuentes como el loco siguen y seguirán haciendo de rey, y en tan abyecta virtud siguen y seguirán haciendo y deshaciendo con la ley.