El ladrón de sombras

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Allá, en un limitado rincón que ocultaba el universo. Se encontraba un pequeño planeta, en el habitaban seres que alguna vez fueron luz. La obscuridad los absorbió envolviendo pobres almas perdidas en la cárcel del universo, su escondite, sin dirección, con una entrada sin salida, un boleto de viaje sin retorno.

Apenas podían percatarse de su existencia. Almas que tenían su tiempo contado para desvanecerse y convertirse en polvo cósmico.

Se desconocía el origen y edad del planeta, su nombre era un misterio, aun así, sus habitantes lo nombraron como “salón de espera”.

Se rumoraba entre la masa sobre un anciano que los visitaba una vez al año, la fecha, el día, la hora siempre variaba, iba de sorpresa a llevarse cien almas que habían perdido su última gota de luz, esas que no eran almas, aquellas que eran llamadas “sombras”.  El anciano nunca intercambiaba palabras, tomaba cien sombras y cumplía con su trabajo, sin responder dudas, ni mostrar más allá de su nariz, labios y apenas su piel blanca arrugada por el paso de la edad, se desconocía sobre él, cuando llegaba al salón de espera, todos en multitud susurraban sobre el ladrón de sombras, almas que aun conservaban su esperanza de no convertirse en absoluta obscuridad.

Nunca existió “antes” no existía “después”. El tiempo parecía congelarse, mientras que el interior de cada de una de las almas se aferraba a la naturaleza de poder conservarse libres y puras, pese a la mentira de su existencia, estaban presas, presas de la subjetividad entre el bien y el mal, entre luz y obscuridad. 

“Propósito de existencia” se desconocía esa frase entre las sombras que se dejaron consumir por sus pensamientos, aferradas al ladrón y a su llegada, un misterio sin resolver… si más allá del polvo cósmico existía algo, como simpleconsuelo para no desvanecerse. 

El secreto entre la multitud para marcharse del salón de espera era la introspección de cada una de las almas, mientras más indagaban sobre sí mismas, estas irradiaban más y más luz, si existía entrada… existía salida.

Con el paso del tiempo, una de las almas perdidas empezó a estudiarse y a estudiar su alrededor. Esta alma curiosa y desesperada que brillaba más que las otras, en un principio era una sombra, una sombra sin esperanza de iluminar un poco su interior. Buscaba retrasar un año más para que no fuera parte de las cien que se marchaban resignadas, a no existir. Un día descubrió el secreto para huir finalmente del salón de espera, ella no creía en un cielo ni en un infierno puesto que, nunca se descubrió con certeza que existe después de la muerte, se aferraba a toda costa a ella misma, tenía que existir algo más…pensaba.

El secreto era alcanzar en su totalidad el brillo, convertirse en luz para traspasar ese agujero obscuro al que había llegado de un momento a otro. 

Pero ¿Cómo la obscuridad puede convertirse en luz?

Le llevó años darse cuenta de que todo lo que buscaba en su entorno, lo hallaba en ella misma. 

Para marcharse tenía que buscarse, porque perdida ya estaba.

Mientras la cuenta regresiva la amenazaba, ella buscaba en su interior, cada vez conocía su propósito de existir, ella misma. Tenía que arropar sus fortalezas y debilidades, lo que odiaba de sí misma. 

Debía fusionarse con su mente, su peor enemiga. 

No fue sencillo, no fue como conocer a alguien más y pretender que se lo conoce en absoluto, cada día cambiaba, un día le apasionaba ciertas cosas, al siguiente las detestaba. 

El proceso le costó su renacimiento. 

Cada día la luz se extendía en cada parte de su alma, mientras que la multitud se disgustaba porque jamás observaron alguien que brillara tanto.

Sabía el secreto, quería ayudar. Era imposible guiar a las sombras, a las almas perdidas, no era sencillo decir “el secreto de la luz que buscan alcanzar, se encuentra dentro deustedes”

Cada alma tenía un proceso distinto de asimilación, de introspección, es por eso que muchas fallaron y en el instante se convirtieron en sombra, otras poco a poco iban dominando su obscuridad. 

Mientras ella no dejaba de brillar, ayudó a muchas sombras a tener una gota de luz que permanecía por segundos y de nuevo se desvanecía en la obscuridad, no era suficiente, sabían que quedaba poco tiempo para que el anciano llegue. 

Un día el ladrón de sombras llegó, asombrado de ver después de mucho tiempo almas brillando, tomó menos de cien sombras y de prisa se marchó. Muchas almas empezaron a brillar más de lo normal, otras seguían siendo sombras, esta alma que brillaba más que todas estaba lista… se desvaneció abandonando el salón de espera, sabía que hizo lo posible por ayudar a otras.

La inquietud de su existencia y qué le deparaba era enorme, nunca había sentido tanta luz y brillo dentro de sí misma, sin pensar se convirtió en una estrella, en una estrella que brillaba demasiado junto a otras, dispuestas a iluminar a más sombras en la obscuridad. Dispuestas a guiar a cualquier alma que no ha perdido su luz todavía, dispuestas a iluminar el camino de un alma perdida.

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