El prestigio inherente al sistema decimal obra como un factor que aúpa y pone de relieve las conmemoraciones inspiradas por los cincuentenarios, los centenarios, los sesquicentenarios, y otros lapsos a tal punto ‘redondos’, siendo el espacio público el principal escenario para lucir diversas formas de escritura expuesta: los meramente informativos, estilo “aquí sucedió”, lo mismo que aquellos que, por estar tan llenos de florituras y firuletes, al rato nos llevan a pensar más en los afanes, los intereses, y aun en las taras, manías, carencias y aberraciones de quienes los verbalizan, y menos en la reflexión sensata que se pudiera ensayar a propósito de los acontecimientos, procesos y actores sociales que desde el presente se pretenderíaexaltar.
Ciudadanos perspicaces y juiciosos han advertido la colocación de una pintoresca placa en una de las casas fronteras al parque Maldonado; tras un encabezado alusivo al “GOBIERNO AUTÓNOMO DESCENTRALIZADO MUNICIPAL DEL CANTÓN RIOBAMBA”, –culebrón que no pasa de hacerle la comparsa a las adefesiosas disposiciones de un estrafalario poder normativo–, se menciona que “Un 11 de noviembre de 1820, se reunieron heroicos y honorables Riobambeñas y Riobambeños”, sin que quede claro si fue en dicho portal, o en la construcción preexistente, que se reunieron, y mucho menos para qué carajos se reunieron, por no hablar del infeliz uso de los gentilicios en uno y otro género iniciados con unas mayúsculas chocarreras y pedestres, como si con tan esperpénticas guaraguas se coadyuvara a una mejor puestaen valor de la condición de actores históricos que debieron tener unas mujeres cuya importancia y participación nadie niega, pero a las que hasta hoy prácticamente nadieidentifica con solvencia.
Javier Marías, escritor español, arremetió en su momento contra los que él, sin compasión, llamó “farsantes del idioma”, definiéndolos como una “pandilla de estafadores, melindrosos, acomplejados” y otros elocuentes adjetivos con los que vapuleaba esa maldita costumbre de invocar al género femenino, en lugar de hacer un uso económico e inteligente del idioma, para no más de alumbrar mamotretos como este: “Los ciudadanos españoles y las ciudadanas españolas estamos hartos y hartas de pedir a nuestros y nuestras gobernantes y gobernantas que se ocupen de los niños y las niñas inmigrados e inmigradas, que llegan recién nacidos y recién nacidas, famélicos y famélicas, desnudos y desnudas, sin donde caerse muertos y muertas. Nuestros y nuestras políticos y políticas se ven incapacitados e incapacitadas para afrontar el problema, temerosos y temerosas de que…” (Citado por Fernando Larenas “Réplica a todos y todas”, El Comercio, 10 de noviembre de 2015).
Siguen bastos: en la pintoresca placa que suscita estas líneas se alude también a “principios de igualdad, libertad y fraternidad”, pero se la vuelve a regar al aludir a las “buenas costumbres”, como si con tan desatinada porción de rancia moralina se pudiera compendiar las complejas implicaciones de un proceso independentista. Para colmo de males, no podía faltar el nombre del señor alcalde, acompañado de una sigla que tristemente vuelve y repiteen la enfermiza y porfiada manía de mentar el título como si tal fuese parte del nombre; tal parece que el uso inadecuado del lenguaje es de Napoleón la mala parte: en una publicación alusiva a costumbres de fin de año en cambio se dice “Sé parte de la memoria colectiva de esta tradición”, cuando menos atolondrado habría sido escribir: “Sé parte de esta tradición”. Por demás atinada, en este sentido, fue la desengañada conclusión a la que llegó el colega Fernando Larenas: “No se dan cuenta que quedan en ridículo y que, además, son un pésimo ejemplo para los estudiantes en etapa de formación. Como la lengua aguanta todo, no hay ninguna sanción, ni por hablar mal ni por escribir incorrectamente.” (“Todos y todas”, El Comercio, 3 de noviembre de 2015). Por mi parte, y sin afán de zaherir a nadie, dejo estas líneas por aquí y “más mejores” procedo a retirarme.