Por Alejandro Zapata Espinosa
¡Oiga!, ¿por qué no contesta? Yo pensé que llegaba temprano. El sobrino está lo más de inquieto. Si usted viera. Me esculcó en los CD y encontró una autopsia. Yo sé que al oír esto usted va a empezar a echar chispas, Berenice, pero dígame: ¿qué más hago? Me fui a tomar sol a la entrada y el demonio suyo se metió en mi pieza y se la vio casi toda. Óigame: casi toda. ¡Y de un sietemesino! Usted se preguntará cómo me di cuenta de que estaba en las que estaba, y yo le respondo que, al empezar el sofoco, me entré y escuché a su hijo saltar en mi pieza. ¡Si usted lo viera, más feliz: «Que ese niño por no haber nacido», dijo su demonio, Berenice! Que ese niño por no haber nacido… ¿Puede creer? Y si no cree, trabaje ese corazón suyo, porque la va a espantar. Como le decía, lo vi, apagué el televisor, guardé el estuche con el CD y lo eché de mi pieza. Si a usted no le gusta lo que le voy a decir, pues aténgase: lo amarré en la entrada para que el sol le evapore los nervios. Es que es en serio: estaba todo estrambótico: «¡Retino, déjeme ver cómo le quitan el diafragma!». Dizque déjeme ver cómo le quitan el diafragma a ese niño. ¿Ah? (Hasta aprendió una nueva palabra). Al lado de la puerta, a las vecinas que lo saludan les grita: «¡Retino le hizo una autopsia a un niño que no nació!». Eso les dice. Si a usted no le gusta cómo lo trato, hermanita, pa’ la próxima se lo lleva con usted a sus vueltas, ¿oyó? Si me lo vuelve a dejar, lo emparedo: si lo dejo libre (Jehová no lo permita), encuentra al niño en conservación. No, ni riesgos. No lo sacará porque lo amarré. Y si toca, le doy pastillas, como las que le di a usted para que reventara a esa criatura. Aunque por su arritmia me cogió la noche… Adiós pues. Si se demora más, lo dejo serenándose, y los vecinos aquí son muy remilgados.