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Inteligencias: Rituales Artificiales

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Autor: Miguel Aucatoma Salazar

Palabras clave: Algoritmos, Inteligencia Artificial, Agnicayana, rituales.

Imagen generada por inteligencia artificial, con Stable Difussion, por el colectivo Estampa. https://www.lavanguardia.com/

Al leer El ojo del amo: Una historia social de la inteligencia artificial (1), de Matteo Pasquinelli, Profesor asociado de Filosofía de la Ciencia en el Departamento de Filosofía y Patrimonio Cultural de la Universidad Ca’ Foscari de Venecia y que fue publicado apenas el año anterior (2023). Fui consciente de algunos hechos bastante interesantes y aunque su disertación se amplía en campos que bien pueden ocupar varios debates y análisis principalmente en la premisa de que las máquinas “inteligentes” más sofisticadas han surgido imitando el esquema de la división colectiva del trabajo, invita a pensar a profundidad el rol de las inteligencias artificiales en la cadena de trabajo actual y el proceso mental involucrado, ya no solamente como un hecho novedoso de ayuda a la labor general y principalmente de los trabajadores, sino como el “natural” resultado del control sobre la labor, como bien menciona en el texto: «La Inteligencia Artificial llegó a reemplazar principalmente a los amos, es decir, a los administradores en lugar de a los sirvientes: se necesitan trabajadores (y siempre se necesitarán) para producir datos y valor para los voraces canales de la IA y sus monopolios globales y, por otro lado, para proporcionar la mantenimiento de una megamáquina de este tipo en forma de filtrado de contenidos, controles de seguridad, evaluación y optimización continua» (2).

Esto, sin duda, es una visión muy interesante y da un giro a la percepción preconcebida que tenemos de las inteligencias artificiales. Para complementar este razonamiento hace un recorrido muy didáctico, a la vez que práctico, de la historia de las «Inteligencias Artificiales», que en adelante abreviaré como se acostumbra, IA. De ese recorrido resalto un hecho que llamó mi atención por lo particular que pueden resultar ciertas prácticas sagradas de culturas que apreciamos como distantes, en este caso la védica, y el hecho de que parecería no relacionarse con este campo que lo consideramos de vanguardia. Apenas en el arranque del capítulo primero está la subsección que narra este ritual védico bajo el título: «Recomponiendo un dios desmembrado», aquí nos cuenta:

En un mito de cosmogénesis de los Vedas, se narra que el dios supremo Prajapati es hecho añicos en el acto de crear el universo. Después de la creación, contrariamente a la intuición de las narrativas occidentales de dominio y principios de no contradicción, el cuerpo del creador se encuentra desconectado, desmembrado. Este antiguo mito todavía se recrea hoy, en la India, en el ritual Agnicayana, en el que los devotos hindúes recomponen simbólicamente el cuerpo fragmentado del dios construyendo el altar de fuego Syenaciti […].El altar de Syenaciti se coloca alineando mil ladrillos de forma y tamaño precisos según un elaborado plano geométrico que dibuja el perfil de un halcón. Los trabajadores componen cinco capas de 200 ladrillos cada una mientras recitan un mantra dedicado y siguen instrucciones paso a paso. Resolviendo un enigma que es la clave del ritual, cada capa debe mantener la misma área y forma, pero una configuración diferente. Finalmente, el altar del halcón debe mirar hacia el este, en preludio de un vuelo simbólico del dios reconstruido hacia el sol naciente: un ejemplo único de reencarnación divina por medios geométricos.

[…]

Agnicayana se describe meticulosamente en los apéndices de los Vedas dedicados a la geometría, los Shulba Sutras, que fueron compuestos alrededor del año 800 a. C. en la India, pero que registran una tradición oral mucho más antigua. […] Los Shulba Sutras enseñan la construcción de otros altares de formas geométricas específicas para asegurar los auspicios de los dioses. Sugieren, por ejemplo, que «aquellos que deseen destruir a los enemigos existentes y futuros deberían construir un altar de fuego en forma de rombo». Más allá del simbolismo religioso, el ritual Agnicayana y los Shulba Sutras en general tenían, de hecho, la función de transmitir técnicas útiles para la sociedad de la época, como por ejemplo cómo planificar una construcción y ampliar los edificios existentes manteniendo sus proporciones originales. Agnicayana ejemplifica la materialidad social originaria del conocimiento matemático, pero también las jerarquías del trabajo manual y mental, típico de un sistema de castas. En la construcción del altar, los trabajadores se guían por reglas que tradicionalmente sólo poseen y transmiten un grupo específico de maestros. Aparte de los ejercicios geométricos, los rituales como el Agnicayana enseñaban un tipo de conocimiento procedimental que no es sólo abstracto, sino que se basa en un ejercicio «mecánico» continuo, señalando una vez más el papel de la religión como motivación para la exactitud y, al mismo tiempo, como motivación para la exactitud. Ejercicios espirituales como forma de disciplinar el trabajo (3).

De ahí podemos resaltar que este ritual Agnicayana que -según nos menciona el autor- se sigue practicando con cierta regularidad, viene a ser un artefacto único en la historia de la civilización humana, un ritual documentado que se conserva como el más antiguo de la humanidad y que todavía se practica hoy en día; debido a su complejidad, solo se realiza unas pocas veces en un siglo (4). Pero, por otro lado, lo que se resalta es que, “debido a su mecanismo combinatorio, puede definirse como un ejemplo primordial de cultura algorítmica”.

Para comprender cómo es posible interpretar el ritual del Agnicayana como algorítmico, nos pide que nos centremos en una de las definiciones más comunes de algoritmo en informática que indica es «un procedimiento finito de instrucciones paso a paso para convertir una entrada en una salida, independientemente de los datos, y haciendo el mejor uso de los recursos dados». Los sonidos espirituales que se ejecutan en el ritual son conocidos como mantras y en este caso resultan en sonidos recursivos que guían a los practicantes en la construcción del altar del fuego y estos “pueden parecerse a las reglas de un programa de un computador”, por eso, independientemente del contexto, el algoritmo Agnicayana organiza una distribución precisa de los ladrillos que resulta cada vez en la construcción ordenada.

Entendido este punto respecto de la relación de un ritual con su contraparte representativa en el algoritmo podemos afirmar primero que debemos ampliar nuestra visión de lo que consideramos novedoso en ciertos campos, pero centrémonos en la aseveración que hace el autor: «Agnicayana ejemplifica la materialidad social originaria del conocimiento matemático, pero también las jerarquías del trabajo manual y mental», esto refuerza la premisa del libro como uno de sus varios modelos de los que extrae comprobaciones para sustentar su hipótesis: «La IA llegó a reemplazar principalmente a los amos».

Y aquí es válido mirar el termómetro que ha resultado el uso de las IA, puesto que se acude de manera más persistente a enunciar el pulso de una sociedad basado en los datos que alimentan estas IA y su aplicación, y esto nunca ha sido ajeno a nuestro desarrollo humano, la jerarquización. Los algoritmos más populares que se incorporan actualmente a la fuerza laboral son los algoritmos de aprendizaje profundo. Estos algoritmos reflejan la arquitectura del cerebro humano al construir representaciones complejas de información: Aprenden a comprender los entornos experimentándolos, identifican lo que parece importar y descubren qué parte predice qué. Al ser como nuestro cerebro, estos algoritmos corren cada vez más riesgo de sufrir problemas de salud mental.

Una muy citada frase de Carl Jung dice: “Aquellos que no aprenden nada de los hechos desagradables de la vida fuerzan a la conciencia cósmica a que los reproduzca tantas veces como sea necesario para aprender lo que enseña el drama de lo sucedido. Lo que niegas te somete, lo que aceptas te transforma”, esto referido a esa gran construcción que aparece en sus tratados como “La Sombra.”

Entonces, ¿por qué mezclar un ritual arcaico que, como se ha demostrado, tiene todas las características de un proceso algorítmico? El uso extendido de algoritmos actuales que cada vez reflejan mejor la arquitectura del cerebro humano, al construir representaciones complejas de información. No será acaso que los procesos algorítmicos nacieron como funciones propias de nuestro desarrollo humano y al estar presentes terminamos delegando la parte que no queremos evidenciar como la sombra jungiana a esos procesos una vez los vamos perfeccionando y por eso los resultados de la condición humana aunque nos sorprendan cuando son publicados en análisis del procesamiento de esos algoritmos solo reflejan fielmente la condición mental de la sociedad, pero nos empeñamos en esconderlas considerando que perseguimos bienes mayores.

En otro ensayo Thomas T. Hill, profesor de psicología en la Universidad de Warwick, indica algo muy revelador: “Los algoritmos también cometen errores porque captan características del entorno que están correlacionadas con los resultados, incluso cuando no existe una relación causal entre ellos. En el mundo algorítmico, esto se llama sobreajuste. Cuando esto sucede en el cerebro, lo llamamos superstición (5)”.

Debemos replantear la manera de ver los ritos, y aprender sus lecciones, el cerebro es susceptible de interpretaciones y sesgos y como se indica de supersticiones y también eso hace que las IA también tengan esas características y sus resultados no deberían ser tomados por completas guías del nuevo salto de progreso, sino como un espacio que también puede albergar lo que no queremos notar de nuestra propia naturaleza. La manera de aceptar el proceso de aceptación de la sombra en el método jungiano es traer a la luz eso que se niega, en el caso algorítmico ya que se ataña a una representación del proceso mental también debe existir cuestiones que necesariamente deben darse a conocer.

El sistema védico tiene tradición de ser muy cerrado en castas, es decir, en posiciones que son inmutables a pesar del desarrollo que pueda tenerse como individuo, uno nace y muere en la posición en la que fue asignado, rituales como el Agnicayana evidencian una técnica de obediencia a reglas rígidas para la construcción del altar, que lógicamente tienen componentes sofisticados para el planteamiento de conocimientos geométricos o matemáticos que de otra manera no pueden ser transmitidos a miembros de “castas inferiores” y que solo repiten. La precisión radica en el algoritmo social que ya fue construido por el conocimiento de las “altas castas”. Esta jerarquización también se evidencia en el uso de IA actuales, muchos tendemos únicamente a consumir con avidez y sorpresa lo que un puñado de “elevados” ya lo prepararon y nos constituimos en sujetos bajo el ojo del amo que anuncia el título de ese libro de Matteo Pasquinelli. Desde luego esta dinámica causará un desbalance que bien puede terminar en patologías. Las patologías algorítmicas —esas que residen en esa sombra que he relacionado desde Jung hacia el cerebro artificial—, podrían tener solución, pero en la práctica, los algoritmos suelen ser cajas negras patentadas cuya actualización o análisis de detalle están protegidas comercialmente.

Esta espiral de muerte algorítmica está oculta en cajas negras, como los mantras en el Agnicayana los practicantes solo recitan de memoria y por tradición los sonidos que construyen con precisión los bloques, los algoritmos de cajas negras que ocultan su procesamiento en pensamientos de alta dimensión han sucedido históricamente pero ahora no podemos acceder, debido a la propiedad exclusiva. No es sino tras un estudio sobre estas culturas que se evidenció el elevado grado de astucia matemática implicada. Y ahora, con qué herramientas externas pudiésemos contar para enfrentar esas cajas, o deberá pasar un tiempo considerable para que los arqueólogos del futuro develen las reales conexiones sociales que facilitan el uso de los algoritmos avanzados contemporáneos.

El citado profesor Hills indica: “Si no podemos detectar sesgos en nosotros mismos, ¿por qué esperaríamos detectarlos en nuestros algoritmos?» (6) y, de ser así y tras lo planteado, qué ayuda estamos realmente recibiendo o simplemente todos nos estamos entregando a la tonada para construir ávidos nuevos altares.

El ritual del Agnicayana dura doce días, aunque las fuentes indican que la duración del ritual y la distribución de los ritos en días concretos no queda clara en los manuales clásicos, aunque algunos ritos pueden haberse prolongado durante un año y la versión que perdura es resumida. Sea como fuere, durante ese período se construye un gran altar como hemos revisado en forma de pájaro. El propósito inmediato del Agnicayana es construir para el sacrificador un cuerpo inmortal que esté permanentemente fuera del alcance de la naturaleza transitoria de la vida, el sufrimiento y la muerte que, según este rito, caracteriza la existencia mortal del ser humano. Lo particular de tan complejo proceso es que al final termina con un sacrificio de fuego que incendia toda la construcción mostrando lo efímero de la totalidad.

No se pretende limitar o resumir el amplio conocimiento de rituales y afirmar las técnicas abstractas de culturas de otros lugares y otras épocas, esto implica un proceso esforzado e iniciático, lo que se espera es poner en relevancia que componentes que resaltan de estas prácticas nos ayudan en ese proceso de aceptación para transformarnos acercándonos a la propuesta jungiana de reconocer lo que nos resulta común y que por ciertos procesos se ha ido velando a través de las eras.

Del mismo modo, considero que una de esas partes que intentan ocultar los algoritmos es esa futilidad que encierran, a pesar de su muy elaborada concepción.

1 Pasquinelli, Matteo. (2023). The eye of the master: a social history of artificial intelligence. Verso.
2 Ibid., 6.17.
3 Ibid., 7.11-7.15.
4 De interesar ahondar en el proceso, puede revisarse un documental que se encuentra íntegro en: https://www.youtube.com/watch?v=RYvkYk7GvJ0
5 Hills, Thomas. (2018). Does my algorithm have a mental-health problem?, Aeon, https://aeon.co/ideas/made-in-our-own-image-why-algorithms-have-mental-health-problems
6 Ibid.

Semblanza
Miguel Aucatoma Salazar, (Quito, octubre de 1982). Ingeniero, profesor de instituto tecnológico, inquieto lector, recolector de historias, aficionado del haiku, ejecutor de pequeños ejercicios de escritura en revistas digitales; conductor de “Canto de Tutivillus”, espacio de radio donde se comenta grandes libros aderezado con música acorde. Si no estoy detrás de un solitario recorrido en mi motocicleta, soy un pasajero, esperando lograr conectar ideas desde la impune ciudad y el abundante cielo.

Edición: Mariana Moreno

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Mariana Moreno (Quito, 1994). Mi vida: una tragicomedia, nada más allá de lo circunstancial. Frágil como un cristal; peculiar, marginal y accidental. Mi oficio: dibujante de utopías, traficante de letras, lectora de sueños, amante de la vida. Mi cuerpo: una piel intérprete de realidades, dos retinas tejedoras de textos, doscientos seis huesos anclados a los desbordes de una existencia nómada y otros vicios implacables de esta vida.

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