Esta semana que pasó nos recordó la efervescencia de los procesos electorales y la fiesta democrática. Teníamos un panorama que permitió apostarle al juego político en el sentido de la competitividad, el debate, la altura y sobre todo la participación ciudadana. Las reglas estuvieron siempre claras. Nuevos y viejos partidos apostaron por un futuro mejor para Chimborazo y sus cantones, pero fue en Riobamba donde se detonó la mayor de las convulsiones a última hora.
Teníamos a un candidato a la reelección, cuya referencia histórica permitía avizorar pocas posibilidades de gobernar, pues en el argot popular se escuchaba: «aquí nunca reeligen alcalde». Por otro lado, el outsider: un hombre con ideas nuevas y frescas, además de estrategias de marketing político bastante efectivas, pero ¿es suficiente toda esa maquinaria para ganar las elecciones?
Ante la desafección política que reina en el país y un escenario poco prometedor, lo político pasa a primer plano, es decir, urgen nuevas formas de acción política y colectiva que trasciendan lo inmediatamente electoral, las recetas en periodos de campaña y que se construyan con mucha creatividad pero sobre todo con contenido.
No sabemos si organizar un partido sea suficiente, tener un buen candidato, proyectarse en la ciudadanía como quien da poder o sentarse en la silla a esperar que te reelijan, pues la política sigue siendo una hoja de ruta abstracta en tanto no se materialice en hechos concretos de transformación real de las condiciones de vida de la gente.
La ciudadanía guarda un profundo conocimiento para la toma de decisiones, con antecedentes precisos sobre su pasado más allá de la opinión pública, los medios de comunicación y los sentidos comunes; es posible que la expresión de su voluntad popular sirva para allanar el terreno de las generaciones futuras, o bien, para asentar el camino a la corrupción. Sin embargo, el poco margen de votos al menos para la alcaldía muestra un cansancio casi colectivo de la realidad que se vive a diario en Riobamba: mal estado de las calles, promesas incumplidas, inseguridad, desempleo, violencia hacia las mujeres, maltrato animal, entre otros.
Lo más importante y el aprendizaje significativo que estas elecciones nos dejaron es que la política es mucho más que números de electores y padrón electoral, consultores, vallas y conciertos millonarios, sino más bien, el único lugar para la proclamación de la voluntad del pueblo.