Fueron dos barquitos
flotando en las aguas tibias
mansas tiernas dulces
de la inocencia
fueron dos hermanos
dos niños
venciendo el pasado
la crueldad que no se explica
fueron dos barquitos
que no merecían hundirse
se los llevaron las olas
de la tiranía
la cobardía del mundo
dolores que no eran suyos
no tenían por qué serlo
fueron los niños héroes
que nunca pidieron ser
soportando castigos
que no eran para ellos
abrazándose hasta la eternidad
hasta la muerte
arrastrados por una corriente
de crímenes que no comprendían
pagando por todos
los olvidos
de esta tierra amnésica
De pie en la isla de la impunidad
la familia rota
sobreviviendo
en medio del mar bravo
las aguas turbias que hundieron
a sus barquitos de papel
sobreviviendo a tantos años
de destapar pistas absurdas
regresando a los lugares
por donde solían andar
tantos años de atar cabos
que se enredan
buscando la punta del hilo
el comienzo
que acaba siendo el final
tantos años de unir con líneas
los puntos
y no encontrar sus siluetas
en los periódicos
tantos años de ser esa familia que vive
con el corazón naufragando
latiendo enterrado
en alguna parte
soñando encontrarlos
al fin
al fondo de la laguna
Sus nombres son
la palabra que falta
en el crucigrama
que nadie se atreve a completar
sus nombres están escritos
con la tinta permanente
de lo imborrable
lo imperdonable
lo invencible
así como está escrita
la lucha que ya han vencido
resistiendo al tiempo
al olvido
en una espera
que ya les dobla la edad
y sus cuerpos
sus cuerpos son
la verdad que nos queda
la esperanza inerte
de todo lo que nos deben
No creo en la eternidad
pero creo en la bandera blanca
ondeándose en la plaza
en los brazos de un padre
que no sabe lo que es rendirse
en el grito inmortal de una madre
que gime por sus cachorros
como un animal herido
preguntando en cada esquina
por qué tardan tanto en volver
por qué no van a volver
deseando traerlos de vuelta
ponerles su mano en la frente
librarlos de la fiebre
la pesadilla
curarles las heridas
y dejar caer sobre sus ojos
las últimas lágrimas
creo en su mirada valiente
enfrentándose sin miedo
a los monstruos sin cara
Todos buscamos lo mismo
en sitios distintos
buscamos a los niños que perdimos
la ilusión que nos quitaron
de un balazo y para siempre
los niños volvieron a nacer
nacieron al morir
con su madre esperando el milagro
la verdad
sus rostros
mirándonos de frente
a los ojos, a la cara
no se van a olvidar
ojalá este pueblo
recuerde sus caras
las recuerde tan bien
como esa familia recuerda
el sabor de la pérdida
los alias de los asesinos
Ellos, en cambio
no tienen rostro
esconden las armas
y las manos del delito
como jugando al florón
con los cuerpos que desaparecieron
bajo unas cuantas palas de silencio
caminan arrastrando
pisoteando su rastro
a cada paso
amaestrados para no sentir nada
nada más que poder
les enseñaron a desfigurar un rostro
a borrarlo a golpes
pero nunca a dar la cara
Todos los inocentes
compartimos asesinos
que no temen ser juzgados
porque ellos son los jueces
entre ellos se entierran con honores
en mausoleos libres de culpa
abrillantados con las lágrimas
el sudor de todos
y piden descansar
en la paz que nos robaron
que no descansen, no
que los persiga la culpa
en la fosa común de los infames
mientras seguimos aquí
escarbando en la memoria
desenterrando los cuerpos
de todos los que nos faltan