Reseña por Mariana Moreno.
- Autor: Rafael Chaparro Madiedo
- Género: Novela
- Editorial: Tropo Editores
- Páginas: 141
“Opio en las nubes” (1992), escrita por el colombiano Rafael Chaparro Madiedo y ganador del Premio de Literatura Nacional en 1992, es de esas novelas que se leen en un solo aliento, con un vaso de whisky y un cigarro apretado entre los labios. Da la impresión, para quienes conocemos el hábito de fumar, que cada frase del texto es una bocanada de humo que ingresa como una serpiente etérea. Envuelve la lengua, la garganta… rodea la cabeza y confunde la vista. Amortigua las puntas de los dedos y retumba en el pecho cuando, acto seguido, ingerimos un amplio y áspero trago de alcohol.
A Amarilla se le antoja un cigarro y automáticamente los absortos en la lectura sentimos el sabor del humo del tabaco en el paladar. Lo mismo sentimos cuando Marciana alarga su brazo entre los vasos de cerveza y la música a todo volumen para alcanzar el medio paquete de Lucky que se fama de un solo tiro, esperando el amanecer junto a Max, sentados sobre un horizonte con olor y sabor a nicotina triste.
La ciudad en la que transcurre la trama de la obra es Bogotá. Muchos pasajes lo delatan, las lectoras y los lectores lo confirman, pero existen diferencias. En la novela, esta ciudad caricaturesca tiene mar y una gran cantidad de bares con nombres raros, donde personajes de todo tipo -incluyendo gatos- se desplazan por las avenidas de la ciudad consumiendo drogas y alcohol a deshoras, desinhibidamente, desde la mañana hasta el anochecer, momento del día en el que sus cuerpos saturados de sustancias y fatigados por el Sol y los trayectos del día comienzan a desfallecer y a caer como velas derretidas en un letargo oscuro.
Todo esto acontece en el piso de un apartamento en la Av. Blanchot, en las instalaciones de una cárcel, en el trayecto vertiginoso de una ambulancia rumbo al hospital. En una panorámica Bogotá bañada por las aguas de un mar ficticio. “Opio en las nubes” es un libro escrito para el tacto, el palpitar, la piel, el corazón. Para el placer, pero sobre todo para el placer masculino, para las manos y el aliento, los pulmones, el cuerpo entero. “En medio de agua, bares, excesos y sensaciones, una serie de personajes fuera de lo común desarrollan su vida y tejen un idilio de amor en proporciones épicas”.
“El día olía a opio y también un poco a ti, a Harlem, a labios rojos, a hielo con whisky. Hacia las diez de la mañana me dijiste nene hasta aquí llegó todo me voy y yo te dije está bien, siempre es así no hay nada qué hacer. También te dije que cada vez que tuvieras un sueño con lluvia era porque yo estaba debajo de un urapán soñando contigo, con tu olor a opio, a hielo, a noche y me dijiste está bien nene eso pensaré y entonces te fuiste caminando por la playa y yo me quedé sentado viendo el mar, ese mar triste lleno de heroína, cosa salvaje y deseé con todo el alma estar en Zimbawe.” (Del capítulo “Opio en las nubes”)
La novela entrelaza pasado, presente y futuro. Se convierte en una especie de nudo un poco suelto, como una madeja desgreñada, quizás por el tono surrealista de su prosa, o por la extrema sinceridad que expresan los personajes, y que se convierte, desde las primeras líneas, casi en el tono con el que Chaparro trenza su narrativa. A toda esta distorsión del tiempo se debe añadir los personajes. Diversos. Unos más irreverentes que otros, amantes desesperados, inocentes y bestiales.
“Kilómetro 20
Highway, mi amor
encendiste la máquina de hacer los días
y no sé cómo pararla.
He intentado con los silencios, con los ruidos
con las palabras, con la lluvia
con la llave número 13
Highway, mi amor
prefiero las máquinas de hacer pájaros.”
(Del capítulo “Cielitos Restringidos”)
Tras la cortina de humo está la cortina musical que abriga el devenir desencajado de los personajes de la obra. Las escenas transportan a las y los lectores a cada espacio en el que sucedieron los tramos de esta obra que parece estar dispersa en el aire, pero que se teje en seductores capítulos que te absorben sin comas, de corrido, rápidamente, sin pausas.
“Es una prosa que resulta confusa y por momentos exasperante, en medio de un baile de comas y palabras recurrentes, pero que una vez te engancha, te va atrapa por la camisa, te arroja en un sillón y te impide moverte. El ingenio en la construcción de la historia y de los personajes resulta irreal; para resumirla en una sola palabra, debo decir que «Opio en las nubes» es desbordante.” (De Liberando Letras https://libletter.blogspot.com/)
Existen personas que nos aturdimos con la linealidad con la que se estructuran ciertas novelas (planteamiento-nudo-desenlace). Suele ser desesperante, en especial para las mentes inquietas, indigerible para quienes aprendimos a vivir la vida entre antagónicos excesos, en la intensidad y en el atropello del caos. Para estas personas fue escrita “Opio en las nubes”, para quienes la vida se nos ha convertido en una pesadilla tan aterradora, que nos hemos refugiado en una cantidad diversa de adicciones que se encuentran siempre al otro lado de caminos sinuosos. Sin duda Chaparro quiso recordarnos que no importa cómo, pero cada quien muere a su manera.