Es domingo, y como saben muchos de mis cercanxs, este es el día que más detesto; los domingos me llaman a la cama y me tumban a contemplarme, ese ejercicio casi traicionero de descubrirse, no como quisieras.
En fin, desde hace días viene rondando mi cabeza como afrontar y contar mi propia historia en un camino al que asumo con total franqueza, pues si algo he aprendido en estos últimos años es a llamarle a las cosas por su nombre, por duro o frío que parezca; bueno, en este caso, por incómodo que suene para muchxs, esta definición de mí misma encierra la experiencia más enriquecedora de mi vida, y sin más apertura del tema, comenzaré con un auto llamado, marcando el alma con un <<soy feminista>>.
En este proceso de construirme a mí misma confieso que en ocasiones preferí no decirlo en voz alta, ahora entiendo que hay miedos agobiantes que sólo la experiencia y el transitar logran anular.
Nunca fue fácil, no lo es, inclusive muchas de las veces busqué abrumada la forma de hacer que ellos entiendan, y es que eso de querer salvar al mundo en realidad es agotador, sé que a muchas de mis compañeras les ha pasado.
Recuerdo claramente historias guardadas, desde el campo, en mi círculo cercano, de mi madre, mis hermanas, son tantas que se me hace impensable el hecho de que se pueda negar una realidad escrita a gritos, las he contado en intentos fallidos de que la gente entienda la puta razón de porqué me pongo un pañuelo y salgo a la calle, y si alguien me pregunta la repuesta, esta ha sido chocarme mil veces con argumentos misóginos, ahí justamente empecé a entender que hay seres de conciencia inamovible disfrutando de realidades impávidas, alimentándose de rancias ignorancias.
Mi argumento en ocasiones fue una conmiseración ocultando el enojo que me producen redes sociales llenas de basura, y gente haciendo circo, esto se me ha vuelto más triste cuando los sujetos en acción eran aquellos hombres a los que llamo amigos, esos que cuando vas por la calle <<disque>> te protegen pero que en el fondo tienen almas de dudosa procedencia. Y no se diga del contacto con el <<hombre amado>> me da risa decirlo, si me genera gracia el hecho de contar una conversión interna en ese preciso momento, que ¿si quise?, mucho de hecho, que ¿si me quisieron?, probablemente, a pesar de ello, el asumirme desde sus rincones considero fue no tan buena experiencia para los sujetos en mención, pues el convivir con un ser en proceso de transformación no es fácil, mucho menos el acompañar una lucha que no se entiende.
Como siempre digo, quisiera hacer de mi texto una reflexión fuerte respaldada por esas historias que mencioné antes, o por las estadísticas que siempre legitiman lo que decimos, pero no, para variar un poco, este es solo un desahogo ante mi propia versión de la nueva vida.
Continuo pensando… ¿Cómo no les puede doler las violaciones sistemáticas, el terror de caminar sola, o el miedo a no volver?. La repuesta me salta pronto, no lo han vivido, no han cargado durante mucho tiempo los pesos de los secretos familiares, nunca han sido testigos de una amiga maltratada, o simplemente lo aceptaron como parte de un «todo» el considerarnos objetos que se toman, tocan y moldean con facilidad.
¿Será que por eso nuestro feminismo les incomoda tanto?. Porque de las manos se les escapa un dominio muy guardado en el inconsciente.
Cierto, es domingo, y divago con mayor frecuencia, pero mis reclamos deben ser escritos, materializados de alguna forma, inclusive quisiera señalar a unos cuantos.
Ya pues, entre las infrecuencias de los actos, el retomarme políticamente con el feminismo no sólo es un acto de reivindicación con mis hermanas, sino conmigo misma, y las mujeres que anteceden mi sangre, este camino mira más allá de los egoísmos, y es una invitación autoconvocada a declararse libre, dejar las maletas de los pesos, y construir de a poco un ideal que falta para una vivencia empática.
He de terminar diciéndole a usted, que mira tele en un plasma gigante mientras la mamá le prepara su comida, para repensarse la vida hay que tocar territorio, o sino quiere ir tan lejos, converse íntimamente con las mujeres que rodean sus comodidades e indague su paso por un mundo que nos desprotege, y si a pesar de eso, su mente sigue siendo un zaguán de prejuicios y machismos, me permito decirle que es un caso perdido, un ser con paso inconsecuente, sin aporte futuro, alguien que vive por vivir.