Roma o la vuelta a la experiencia del arte

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La belleza es el esplendor de la verdad”, Platón

Hace un par de meses leí en The Spectator un texto de Slavoj Žižek sobre Roma, la laureada película de Alfonso Cuarón (https://spectator.us/slavoj-zizek-roma-celebrated/). No me gustó su análisis. Creo que justificar una «lectura de clase» (en código marxista) en Roma es un camino excesivamente fácil y predecible. Esta obra tiene lecturas mucho más ricas; sobre todo, y es una apreciación personal, lo que menos buscaba el autor era mostrar las diferencias de clases o los niveles de explotación. Verlo así es, hasta cierto punto, una tentación excesivamente preliminar.

Creo que con esta cinta Cuarón logra algo muy importante: reivindica aquel viejo postulado del arte por el arte; lo cual no quiere decir que no existan otras lecturas laterales (marxistas, existencialistas, foucaultianas, antropológicas, etnocentristas, entre otras). Pero el centro de la atención nos devuelve al arte, al hecho de contar una historia casi que en código documental; la gran protagonista de Roma es la cámara; una cámara que «cuenta», que dice incluso desde los vacíos y los silencios. Una obra con escaso parlamento, sin (aparente) estridencia.

Cuarón, al parecer, es uno de los chicos de la casa, uno de esos chicos clase media alta que cuenta desde sus disposiciones conceptuales y materiales una historia; no falsifica la mirada, muestra, desde sus prejuicios de clase, su relación con la «criada» de la familia. Asunto que por cierto también se ve en Y tu mamá también (2001), cuando el personaje interpretado por Diego Luna (Tenoch Iturbide) pasa por un poblado y la voz en off de la película señala que en ese poblado nació su criada, a quien el personaje de Luna llamó mamá hasta cierta edad.

De tal forma que Cuarón cuenta la historia de sus criadas sin pretensiones redentorista; de pronto es su homenaje sincero a esas mujeres de pueblo —del interior del DF— que formaron parte de su crianza (por su particular posicionamiento de clase, de allí que trata, en lo posible, de evitar moralizaciones, muestra desde dónde ve él a la criada y a sus pares). No hay en el filme cosas como «pobrecita la muchacha, está siendo explotada»; de hecho, la forma de “amar” a la criada está presente allí, aman desde un posicionamiento distinto, no son capaces, esos niños y esa mujer de la película (la señora de la casa), de ver el nivel de explotación a la que está sometida Cleo; no están dotados de esa sensibilidad, ni tiene porqué estarlo, no son sujetos subalternizados; no comparten los mismos horizontes sociales y culturales. Cuarón con esta película, «pide disculpas» a sus criadas, pero eso sí, lo hace desde donde sabe mirar y sabe decir, desde su sincero posicionamiento de clase, no lo oculta, por el contrario, lo sobreexpone magistralmente, lo sobre visibiliza al dejar que la cámara cuente, documente un recorte en la vida de una familia de clase media alta en el México de los 70.

De hecho, Cuarón hace lo que Steiner llama una lectura inversa; hace que el texto cinematográfico nos mire, nos interpele, nos lea. Roma nos lee, nos interpela, nos incomoda porque interroga, increpa; nos devuelve al prejuicio, a la moralina. Cleo, la criada, está sumida en su propia auto conformación, se ha domesticado a tal punto que no hay posibilidad de redención; su mirada, lo mismo que su espíritu, están condicionados por imperativos epocales (sociales, culturales, políticos, económicos); de allí su absoluta voluntad disciplinaria (ahí sí vamos con Foucault), su secular (es un asunto que viene de «lejos») incapacidad para pensar fuera de sus límites disciplinarios, por eso está domesticada (¿acaso la expresión «doméstica» puede ser más justa en el caso de Cloe?). Así que hacer análisis de clase en una obra de arte que intenta mostrar desde el arte mismo, no me resulta lícito. Reitero, lo cual no implica que haya lecturas laterales que son muy válidas.

Recuerdo unas notas de Sartre donde hablaba de la función de la obra literaria, el francés, sin rubor decía: la primera función de una obra de arte es crear placer estético, todo lo demás se subordina a esa principalisima función. Si alguien quiere hacer un discurso político, que haga un discurso político, pero el arte aviva las pasiones internas, las agita de una forma tal que nos congenia con la vida, con aquello que es distante de la puta y cruel realidad. En ese sentido, el arte sí es escape, no escapismo; es una vuelta al interior, a eso que los romanos justamente llamaban lo augusto, lo bello, lo noble, lo verdadero. Roma es una película impecable, muy bien escrita y excelentemente dirigida. Es, en apariencia (he allí uno de los trucos de Cuarón) una obra minimalista y sencilla; una obra que alcanza unos picos de lirismo mudo que son excepcionales.

Suscribo, en términos generales, la apreciación que tiene Fernando Mires (https://polisfmires.blogspot.com/2019/03/fernando-mires-roma-como-es-la-vida.html) sobre Roma: “Cuando terminó la función, me di cuenta de que Cuarón al filmar su gran película, había hecho más o menos lo mismo: ponerse en el lugar del niño que una vez fue y recordar momentos de su vida, no con la mente del hombre sabio y ducho que ha llegado a ser, sino asumiendo al niño que había sido él, pero filmado con la técnica, sapiencia y sensibilidad del adulto que es. La pegó y lo logró. Y ahí reside justamente la grandiosidad de Roma. La estricta fidelidad de un director consigo mismo, con lo que una vez fue y a la vez, con lo que uno no termina nunca de ser: una continuación de un pasado infantil que en la mente nunca cesa de estar”.

Insisto en que la lectura que hace Žižek de Roma me resulta exageradamente «fácil», incluso fingida; una opinión chirle, quiso “meter el elefante en la botella” y no pudo. Crítica impertinente, gesto poco elegante para una película que tiene bien ganado el sitial de obra de arte; que el autor esloveno le quiera ver las “cinco patas al gato”, haciendo una lectura marxista de la obra del mexicano es su asunto. Roma es un prodigio del arte que reivindica al arte; cosa que por cierto, como hemos señalado, no está reñida con otras lecturas, pero el arte, en este caso, sale ganando…y nosotros, espectadores del arte, copartícipe en la construcción de sus significados potenciales, también ganamos.

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