—253,254,255,256— pasé el líquido al recipiente que tenía mi nombre completo escrito en un trozo de papel y listo, abrí los ojos para encontrarme en mi armario oscuro, me sentía extraña, aunque no tanto, sabía que solo había sido una estupidez haberlo intentado.
— ¿Adriana? – mi mejor amiga abrió lentamente el closet para grabar a su conejillo de indias que acababa de hacer el ridículo, Sí ahí estaba yo, intentando lucir lo más normal posible dentro de una caja con dos tazas en mis manos y sonriendo para la audiencia— ¿Sentiste algo?
—Nada a parte de vergüenza, si mi madre nos veía ¿cómo íbamos a explicar esto? — me levanté rápidamente y al hacerlo un mareo se apoderó de mi cuerpo e hizo que cayera de rodillas en el piso del closet que quedó empapado por el agua— Estoy bien, ayúdame Marce.
Ambas limpiamos el desastre, y olvidamos el fallido experimento que vimos en Tik tok. Marce pensaba que eso era del todo cierto, porque su influencer favorito aseguró ver cosas extrañas luego de hacer el ritual, mientras que yo solo pensaba que eran tonterías, aunque me ofrecí como voluntaria para intentarlo porque Marce estaba tan asustada y solo quería grabar.
Otro Tik tok más, fallido, así jamás llegaríamos a ser tendencia.
En fin, nos olvidamos de eso y pasamos la tarde viendo películas hasta que ella se fue y me quedé sola con mi madre, ella… era supersticiosa y sabía que si le contaba lo que hice con Marce hoy, me diría “No juegues con esas cosas, es mejor no molestar a los muertos” seguido de un castigo, así que mejor permanecí en silencio hasta que regresé a mi cama y dormí hasta el día siguiente… o más bien… hasta…
—Despierta… Adriana, despierta— la sangre recorrió mis venas rápidamente y salté de mi cama, no era las personas que cuando me asustaba me congelaba, totalmente lo contrario— Ven, necesito tu ayuda.
— ¿Quién eres? – empecé a cazar la voz como un gato que buscaba su luz para jugar, pero nada en la habitación me advertía de donde provenía esa tonada tan familiar.
—Tú
—¿Yo qué?
—Dios, soy tú, acércate al espejo— No pude creer lo que estaba ahí, era una persona igual a mí, pero con diferente ropa, parecía asustada y en sus ojos no había… nada— Hola Adriana.
Di un paso atrás y me quedé sin habla, debía estar soñando.
—Tranquila, soy tu yo de un universo alterno, me liberaste esta tarde.
—Yo…
—¿No quieres cambiar de universo? ¿entonces? — ella se veía asustada triste, no pude identificar que era lo que le pasaba— Maldita sea, deja de jugar con esas cosas, no valen las desilusiones.
—¿A qué te refieres?
—Quería conocer tu planeta, quería librarme del mío, es horrible aquí, las guerras, pandemias, el poder de las élites, los castigos. Adriana, vivimos en un infierno. Y sé que eres una niña buena, eres como yo, somos la misma persona, te conozco de pies a cabeza y cuando me llamaste… tuve esperanza.
—Vete… yo no lo hice porque quise.
—Mentira
Me acerqué lentamente al espejo, el ambiente de mi habitación había cambiado, el aire estaba pesado y un par de cosas empezaron a levitar. Me dolía verme de esa manera, llorando, con algunas rasgaduras y la ropa sucia… entonces, en un mal movimiento, topé el espejo y fue lo peor que pude hacer, ella me agarró de la mano y…
—Lo siento, pero cambiaremos de lugar – dijo por último seguido de mi grito de muerte.