Reseña, por Mariana Moreno

“…ser arrojado sin explicación a una existencia gobernada por leyes incomprensibles…”

Summertime (2009) es una versión de autobiografía completamente experimental escrita por el premio nobel sudafricano, J.M. Coetzee. Esta tercera obra de la trilogía «Escenas de una vida de provincias» describe, en principio, el perfil de un oscuro y ambicioso joven biógrafo inglés que investiga la vida del difunto Coetzee. Su interés se centra entre los años en los que comienza a consolidarse como escritor, 1972 y 1977. Esta parece ser la etapa que interesa de manera obsesiva al biógrafo; por lo que se ha propuesto recoger las huellas dejadas por su admirado autor.

En el camino descubre que Coetzee es conocido por su renuncia a tener un personaje público. Se conoce poquísimo de su vida, apenas lo suficiente para resaltar que, en la época retratada en Summertime, él no compartía con su padre la terrible soledad que asola el libro, sino que estaba casado y con hijos. También se sabe que su madre, -absolutamente ausente en el relato-, estaba viva. En resumen, se sabe que miente. O que miente en parte. Y eso despierta en el lector una fascinación casi morbosa, un interés que baila a la vez con el puro cotilleo chismoso y con la más elevada curiosidad intelectual.

Es así como Vincent, el biógrafo, se lanza, sin jamás haber conocido personalmente a Coetzee, a realizar una serie de entrevistas a personas que habían sido allegadas a él, personajes reales o ficticios, no se sabe, todos individuos imprescindibles que habían dejado rastros imborrables, marcas irreversibles en su atropellada vida. Basta con analizar la construcción de cada uno de esos personajes, para descubrir la ofuscación intrínseca que sentía Coetzee con cada relación fragmentada, con cada amor indebido, caótico, fallido o no correspondido.

Coetzee, J. M. (2009). Summertime. Literatura Mondadori.

Esa ofuscasión se entreteje, renglón a renglón, con las fibrillas de ese entramado de sensibilidades reflejadas en las entrevistas, cuyas percepciones devuelven la imagen de un Coetzee a sus treinta años, perdido en el dilema existencial de no saber si sentirse demasiado joven o demasiado viejo para su edad. Un Coetzee torpe, pensativo y creativo; con mucha dificultad para interactuar con otros, pero comprometido con su búsqueda interior en la escritura, entre las paredes desgastadas de esta pequeña casita ubicada en la periferia de Ciudad del Cabo.

Porque Coetzee parece reconocerse tan poco en la mirada del otro como en la suya propia, e incluso parece decir que el reconocimiento en este mundo absurdo es una quimera, como lo es también tratar de comprenderlo: la función del novelista se limitaría entonces a describirlo. Su autobiografía, en estos libros, se abre como un abanico de experiencias reales y ficticias que solo el autor sabrá reconocer; para los otros, lectores dueños de otras vidas, debe bastar con converger en este cauce que es la vida con este autor tan creativo y audaz, con las idealizaciones y los retornos contundentes a lo material en los que los lectores se anegan en cada pasaje de esta obra franca, portentosa, extrañísima.

Lo que se ha investigado de J.M. Coetzee encaja muy poco en la categoría de fuentes fidedignas. Lo que se conoce de él sale de sus propias novelas, de los capítulos enteros en los que se ha retratado como personaje, conduciendo a quien lo lee hacia un entre líneas que se extravía por caminos de realidad y por recodos de ficción. A a ratos seduce y envuelve la juventud del Coetzee niño, adolescente; otros ratos deja de atrapar y seduce, en cambio, el genio experimentado y maduro que escribe misteriosamente con esa pluma incisiva. Solo el autor sabrá distinguir la realidad de la ficción en sus relatos, llenos de juegos literarios y de trampas exquisitas que parecen contradecirse, pero que tienen todo el sentido del mundo, o quizás todo el sentido de otro mundo.

Coetzee rasga la cronología lineal y otras formas acostumbradas de concebir la vida, el arte, la literatura, etc. Su autobiografía, repartida en tres libros: Infancia (1997), Juventud (2002) y Verano (2009), es una muestra de esto. Además de atrevida, es una obra completamente experimental, es decir, que se permite trazar y borronear libremente su historia, como lo hace el «ser-arrojado-en-el-mundo», que puede trastocar incluso de manera más auténtica e irreverente las estructuras tradicionales de la novela. John Coetzee se atreve a fabular su propia muerte para insertarla en el escenario de Summertime (Verano). Se trata de un autor intrépido, un hombre capaz de “romper con sus hachas (sus novelas) el mar helado que cada uno lleva dentro”.

Edición: La Tecla Crítica

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Mariana Moreno (Quito, 1994). Mi vida: una tragicomedia, nada más allá de lo circunstancial. Frágil como un cristal; peculiar, marginal y accidental. Mi oficio: dibujante de utopías, traficante de letras, lectora de sueños, amante de la vida. Mi cuerpo: una piel intérprete de realidades, dos retinas tejedoras de textos, doscientos seis huesos anclados a los desbordes de una existencia nómada y otros vicios implacables de esta vida.

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