Esta ha sido una campaña electoral peculiar, dadas las circunstancias en medio de una pandemia mundial y consiguiente crisis económica, social y psicológica. Los discursos demagógicos y las propuestas sin sentido han sido el pan de cada día en estos meses, donde a través de redes sociales, publicidad pagada en todas las plataformas electrónicas, se ofrece particularmente reducir la corrupción, aumento de penas a crímenes y sobre todo desarrollo económico.

Una de las herramientas que con regularidad se aplica en sociedades con bajos niveles de educación como la nuestra, es apelar al sentimentalismo de la gente para captar votos, con esto me refiero al uso de recursos como: videos del político de turno abrazando a gente en condición de pobreza, sonriendo sin fin con una canción de fondo que “invita a tener la esperanza que todos queremos”, no importa si el mensaje no tiene sentido, no presenta ninguna de las propuestas de campaña o incluso viola alguna norma de propiedad intelectual o derechos de imagen, el objetivo es apelar a las emociones de la ciudadanía, provocar euforia y amor por un color, partido o rostro.

Básicamente dicen lo que queremos escuchar, pero no lo que realmente van a hacer, en un descarado juego con nuestras emociones.

En países con sistemas democráticos fuertes, las campañas políticas no se hacen empapelando las ciudades con el photoshopeado (y por supuesto blanqueado) rostro del político, ni con molestas caravanas de automóviles que aturden e irrumpen con pitos y parlantes, o regalando víveres, camisetas y peor aún aprovechando sus puestos de funcionarios públicos para beneficio del partido. 

No debió darse ninguna aglomeración de personas dadas las recomendaciones a nivel mundial en el contexto de pandemia, de todos modos aquí lo que importa es “el amor a la camiseta” del partido político, no la salud ni la vida de la gente.

A más de esto, preocupa ver las propuestas de candidatos que se enfocan en alternativas exclusivamente punitivas para “terminar” con la delincuencia y la corrupción, muy a la copia de países donde las democracias tampoco funcionan y lo único que generan son crímenes de Estado y un sinnúmero de violaciones a los derechos humanos, si mañana algún policía/militar confunde a un familiar suyo con un delincuente y lo mata o lo desaparece, tendremos muchos casos similares al de los Restrepo. La mayor demagogia probablemente está en la propuesta de permitir el libre porte de armas a la ciudadanía, en una época y en un país donde el riesgo de suicidios es altísimo, donde muchos niños, niñas y adolescentes cuyos padres trabajan todo el día, podrían verse expuestos a escenarios desastrosos de accidentes caseros, intentos de homicidio y más. Las trágicas escenas de gente intentando lanzarse de puentes en Ambato, Quito, Guayaquil y demás, ¿no llaman acaso la atención de la gente sobre la salud mental?

No puedo dejar de mencionar también la forma en la que se ha dado el uso y folklorización de la imagen de los pueblos y comunidades indígenas y afro ecuatorianos, esto se ha evidenciado en los spots a lo largo de la vida política ecuatoriana en general, pero ¿no es ya 2021 el tiempo de reflexionar y entender que hay cosas que deben cambiar?, de preguntarse: ¿Qué es lo que realmente se espera de gente que te toma una foto, la sube a sus redes y después nunca más entendió nuestras necesidades, preocupaciones y sobre todo desconoce de derechos?

Encanta ver a los indígenas desde el folklore, pero no en espacios de toma de decisiones.

Se considera “bonito”, “inspirador” hacer fotos a trabajadores informales en la calle o a niños que en lugar de estar estudiando o jugando, están vendiendo cebollas o caramelos en la esquina. En esta época el tema del trabajo infantil se ha agravado considerablemente y en lugar de preguntarnos ¿Qué pueden hacer las autoridades para que la gente logre condiciones de estudio, salud y vida digna?, sacamos el teléfono, tomamos una foto y la subimos acompañada de una frase motivadora para las redes: “Querer es poder, niño usa el WIFI del parque para estudiar”, “Admirable mujer de la tercera edad sin un brazo vende caramelos en la calle”, etc.

Cuando compartimos estos mensajes, estamos diciéndoles a las autoridades que no se necesitan cambios o reestructuraciones de los programas sociales, que las cosas están bien, porque “la gente sonríe cuando vende caramelos en medio de la lluvia”.

De manera particular hay que señalar que ninguna de las candidaturas tampoco ha hablado de salud mental, sexual y/o reproductiva, en el segundo país de América Latina con mayor cantidad de embarazos en la adolescencia, y donde la mayoría de padres y madres de familia ni siquiera hablan de este tema con sus hijos e hijas. 

¿Qué se espera de una población sumamente afectada por la crisis mundial? De tantos aquellos que han perdido y siguen perdiendo a familiares y amigos y ni siquiera han podido realizar los rituales funerarios correspondientes para despedirlos.

Los discursos giran únicamente en levantar la economía, pero una sociedad sin acceso a programas de salud física y mental, difícilmente podrá lograrlo.

Merecemos debates imparciales sin sesgos ni preferencias ideológicas, sin culto a la personalidad o idealización de sujetos mesiánicos que “salven” todo el horror que se vive en la actualidad, ya hemos pasado por gobiernos tanto de izquierda como de derecha que han hecho del populismo una desagradable costumbre.

Lo más necesario en estos momentos es inversión en el sector social, fortalecimiento de los sistemas de salud y educación, planes concretos para eliminar el trabajo infantil, calidad de vida digna para los grupos de atención prioritaria y cuidado de la naturaleza.

Por ello hay que leer con atención los programas electorales, escuchar los debates y dejar a un lado los sentimentalismos ideológicos, plantear preguntas directas a los candidatos y candidatas, no permitamos una nueva acumulación de todos los poderes del Estado en un solo partido o bloque, se necesita diversidad de criterios y profesionales en diversas áreas, propuestas claras y convincentes a una realidad que ya no puede con tanto abuso y desprecio por la gente, por ello le invito: “Vote con la mente, no con el corazón”.

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