Los delitos informáticos, también llamados delitoscibernéticos o ciberdelitos, son asunto por demás grave y con creciente incidencia, más todavía al perpetrarse y cometerse en el entorno digital, o simplemente a través de internet, ámbito que no deja de sumar usuarios a un ritmo proverbialmente vertiginoso.
La diversidad de estos quebrantamientos, dada su naturaleza, es un peligro activo y con tantas implicaciones técnicas, políticas, legales y culturales como para dejar de lado unas mínimas, oportunas y necesarias alertas en la ciudadanía, pues, con solo tener un espacio en la red, llámese casillero electrónico, página web o perfil en redes sociales, todos estamos expuestos a ver vulnerada nuestra información, no se diga a sufrir afecciones que no necesariamente se restringen al ámbito económico sino que pueden perjudicar a la honra, a la seguridad, a la integridad, a la intimidad y hasta a la vida: las tácticas y estrategias de los ciberdelincuentes son escrupulosamente diversas, impredecibles y osadas; asumir unas medidas preventivas básicas, de todas formas, es lo menos que podemos hacerpara protegernos, lo mismo nosotros que nuestras familias o allegados.
Una de las formas más habituales de delinquir en la red es la creación de falsos perfiles, en unos casos para la suplantación de identidades y en otros para obrar desde un anonimato que rara vez deja huellas consistentes como para acometer un rastreo eficaz, suponiendo que el usuario, una vez hecha la denuncia, estuviera dispuesto a afrontar las incidencias del caso.
Desde un falso perfil, de Facebook por ejemplo, el delincuente simula ser un conocido del usuario, obtiene algún tipo de información o referencias, despista a la víctima invitándole a mantener comunicación desde otra red, WhasApp, por ejemplo, se gana la confianza, simula a la vez dar muestras de confianza a su interlocutor y, una vez cercado su objetivo, lo impresiona al grado de intimidarlo, por ejemplo involucrándolo en la recepción de apetecibles envíos de mercadería desde el extranjero a través de conocidas empresas de correos particulares cuyos nombres igualmente usurpa, con algunos cómplices seguramente, para crear páginas con logos y elementos copiados o simplemente simulados.
Como parte de este macabro juego, no faltan cómplices dueños de una impresionante capacidad actoral e histriónica que, vía telefónica o su equivalente, se contactan con la víctima, simulan representar a x o y cadena de entregas, se presentan con nombres y apellidos, números de “licencias de operación”, recitan con una fluidez impresionante toda una retahíla de normativas “legales” y muchos otros datos de cuya falsedad el usuario engañado no se percata sino cuando el daño ya es irreversible.
Así, si usted llega a recibir un mensaje enviado desde un doble perfil de alguno de sus contactos, o desde un perfil sospechoso, constate que no haya suplantación de identidad, solicite información de usted que solo su contacto posea, realice llamadas o videollamadas, alerte a la vez a su contacto si ve que su nombre y fotografías suyas están siendo usadas desde un falso perfil; en el caso de que le propongan un favor, por nimio que sea, no se involucre si no está cabalmente seguro de la identidad de quien se contacta con usted.
Si, pese a estas alertas, ya cometió algún primer error, por ejemplo intercambiar mensajes con un “amigo”, y ve que este comienza a hacerle propuestas por demás “ventajosas” a cambio de hacer un depósito o facilitar datos suyos, proceda a bloquear ese perfil o cuenta y a denunciarlo en la respectiva red.
Recomendable también sería poner el caso en conocimiento de las entidades de control, pero, viendo la forma en que se procesan otros delitos comunes, lo mismo que aquellos grandes desafueros verificados en las más altas esferas gubernamentales, pocas parecen ser las posibilidades de que una denuncia no quede en la impunidad o de que, aún llegando a ser sancionada, no desate otros riesgos o amenazas contra el usuario, más todavía si los delincuentes cuentan con información potencialmente sensible.
Muchísimo cuidado estimados lectores; una elevada y oportuna dosis de desconfianza en estos contextos puede venir en salvaguarda de nuestra identidad, de nuestros recursos y hasta de nuestra vida. No deje de compartir esta información.