Las clases virtuales corren de prisa desde los diferentes rincones de los hogares de niños, jóvenes y adultos que disponen de acceso a internet y una computadora o portátil. Mientras que, al otro lado de la pantalla, los profesores tienen una ardua tarea en preparación de materiales didácticos, calificación de tareas, conectarse con sus estudiantes para las clases online, entre otras.
Sin embargo, las clases virtuales es el tema de conversación en esta época de emergencia; no con el de felicitar el esfuerzo, sino para desvalorizar, sin conocer a fondo todo un trabajo que conlleva la educación a distancia. La mayoría, de profesores no nacieron en la era digital, pero trabajan con el fin de adaptarse a ella de forma rápida y efectiva.
Los profesores, de un momento a otro aprendieron a crear su aula virtual, para cada una de sus materias; que es la estructura del proceso de enseñanza y aprendizaje. Pero, toma más de 90 minutos adecuar el contenido con el tema del programa académico, con ilustraciones gráficas y dinámicas.
Además, buscando información complementaria para la grabación de 30 minutos, edición de videos y subir a la plataforma. Así, también la preparación de contenidos para la conferencia virtual con una conexión sincrónica de 25 minutos. Si la grabación no salió correctamente, borrón y cuenta nueva, y de nuevo invertir unos minutos más.
Se suma, más de 1 hora de clases; para recibir y aclarar dudas sobre determinada temática, esto multiplicado por 3 materias diarias y esto por semana 15 horas y en el mes; 60 horas solo para despejar dudas. Otros minutos más bajando y abriendo archivos, revisando, evaluando y realizando la respectiva retroalimentación.
En conclusión, invierten más tiempo en preparar clases virtuales; que las presenciales. Sin embargo, la crítica se agudiza para los profesores; que ganan el mismo por descansar en su casa. ¡No seas injusto!
