Comenzando por el licenciado este país es un fiasco. Cerca ya de terminar su mandato y ni de lejos se han despejado, las dudas con respecto a la legitimidad de su triunfo en las urnas. De su formación académica, o de su madera de conductor, ni qué decir en su favor: no se trata de tener un arcángel, un druida ni un taumaturgo en el poder, pero sí al menos un estadista o, en todo caso, un administrador bien asesorado, pero no, ni la mitad de eso: preside el gobierno un inepto y un aguachirle por antonomasia. Su visibilidad en medios, cada vez más dosificada, ya no deja dudas de que con la última gota de vergüenza que le queda, ha aceptado que su presencia en el poder no pasa de ser una estrepitosa estafa, estafa que no le hace mella a su círculo cercano, que bien forrado de todas maneras ha de salir, sino que supone la ruina, la miseria, la vergüenza, la degradación y el caos de todo un país, un país nuevamente devastado, asaltado, estafado, enlodado, defraudado…

Y ha de tener algún apoyo el licenciado, seguramente, pero el mismo no es demasiado visible y mucho menos apoteósico; lo apoyarán, según supongo, unos cuantos funcionarios leales por conveniencia, es decir cómplices; le echarán flores los beneficiados con cargos, nombramientos, embajadas o similares prebendas, pero me costaría creer que aun en ese grupete de “agradecidos” pasen de dos o tres los palurdos que lo consideren un estadista, un político de fuste, un visionario, o por lo menos un buen ser humano.

Da lástima tener el conductor que tenemos: cero liderazgo, cero ejecutorias, cero carácter, en su lugar, chistes malos, analogías pendejas, postergaciones crónicas, divagaciones timoratas estilo “no hay el texto” y así… Como corolario de tanta desdicha, la no conjurada aprehensión que buena parte de la debacle moral de este país es obra y responsabilidad suya: ¿acaso no ha sofrenado al momento de recibir a los Bucaram y a otras ratas de similar ralea en la mismísima sede del gobierno? ¿Hace falta más demostraciones para tener en claro que este licenciadito no sabe ni siquiera cuidar las apariencias? ¿Será que ahora le echa la culpa de tanta impunidad y desmadre a la “independencia de la justicia”?

Pobre este país, que no aprende a dejar de ir de tumbo en tumbo. Hace unas semanas, con las elecciones a puertas, habríamos pensado que ninguno de los aventureros de marras querría tomarle el relevo para administrar un proyecto sumido en quiebra, corrupción y podredumbre, pero no; entre impresentables, innombrables, ambiciosos e ineptos, han aflorado ya como dos decenas de muérganos y oficiosos “redentores” que en unos días más vendrán a jurar ser capaces de hacer resurgir la patria desde sus cenizas.

Poca sangre en la cara debe tener el licenciado. Se ganaría, en todo caso, una gota de respeto si al menos reconociera que en su gobierno, tanto como en él mismo, no pasan de ser un pasmoso fracaso existencial. Habrá quienes lo recuerden con indiferencia, habrá quienes lo recuerden con desprecio, pero habrá también quienes lo recordaremos con asco y con indignación, tanto como hoy lo hacemos con su antecesor: un delincuente consumado, cobarde y prófugo que no se dolió del país al momento de endosarle a su ungido los destinos de un ente político y social que, por su parte, solo erradamente entendió lo que significa marchar sobre ruedas.

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Comunicador Social por la Universidad Central; Magíster en Estudios Latinoamericanos y Doctor en Historia por la Universidad Andina Simón Bolívar, Especialista Universitario en Historia por la Universidad Pablo de Olavide de Sevilla. Miembro de la Academia Nacional de Historia. Autor, entre otros libros y trabajos, de Riobamba: Imagen, palabra e historia; Riobamba: Ciudad y representación. Participó en Artes, literatura e historia en la vida y las representaciones del Quijote; Ciudad y Arquitectura Republicana de Ecuador, 1850 – 1950; El ferrocarril de Alfaro; Patrimonio Cultural: memoria local y ciudadanía; La Música ecuatoriana: memoria local-patrimonio global, Italianos en la Arquitectura de Ecuador y otros libros.

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