En la opinión de Juan Carlos Monedero, el que una persona se cambie el nombre constituye un engaño. También es un engaño que un candidato indígena no esté rodeado exclusivamente por indígenas y es engañoso que las propuestas de gobierno de un candidato se parezcan a las de otro. En redes sociales aparece mucho el adjetivo “falso” y “farsante” junto al nombre de Yaku Pérez Guartambel, candidato actual a la presidencia de la República. Y es que todos deben haber estudiado mucho las culturas indígenas del Ecuador para afirmar, con tal convencimiento, que alguien pertenece o no a determinado grupo social. Esa noción de “falsedad” se fundamenta en argumentos superficiales como los que maneja Monedero, en relación con nombre del candidato, es decir, el hecho de que antes Yaku se llamara Carlos se ha convertido en un mecanismo para debilitar la posición de Pérez, incluso utilizan este nombre como un insulto, para recordarle sus orígenes mestizos y no indígenas. Ante esto me pregunto si estas personas hubieran tenido la misma crítica con Cassius Marcellus Clay cuando se cambió su nombre a Muhammad Ali. ¿Se habrían atrevido a decirle “el falso afroamericano”? ¿O es que con ese ejemplo el racismo es demasiado explícito?
Parece ser que incomoda demasiado a cierto sector del pueblo ecuatoriano que el grupo indígena comience a ganar protagonismo en el panorama político del país, y es por eso que se ha recurrido al racismo como estrategia política para sabotear la campaña de Yaku Pérez. De repente en el Ecuador, un gran sector de su población, se ha transformado en experto en antropología y sociología. De un día para otro, todos saben lo que constituye al mundo indígena y saben lo que le es ajeno. Personas que tal vez no han visto o convivido nunca en una comunidad indígena se sienten con la suficiente autoridad para decidir quién es o no indígena. Con un comportamiento colonizador, se atreven a decirle a un indígena; cómo debe ser, cómo debe verse, qué debe representar, cómo debe hablar, caminar, expresarse o qué parámetros deben cumplir sus parejas sentimentales.
Previo a las elecciones no molestaba la supuesta “falsedad” del candidato de Pachakutik, pero ahora que éste está a punto de ocupar una posición de poder protagónica el tema de la identidad se ha convertido en el argumento principal para deslegitimar su discurso y quitar fuerza al movimiento indígena. Entonces ¿Cuál es la imagen hegemónica del “verdadero” indígena? ¿Cuáles son los requisitos que debe cumplir una persona para ser leído genuinamente como indígena? La imagen hegemónica del indígena siempre ha estado asociada a la precariedad. Cuando una persona (que no ha convivido con estos grupos) se imagina a un indígena, generalmente piensa en alguien campesino, de escasos recursos económicos, con poca o nula formación académica y, por lo tanto, ignorante, ingenua, alguien con poncho y con trenza o hasta se hacen la imagen de alguien que vive en la selva y utiliza hojas para vestirse. Ciertamente la imagen hegemónica del indígena no es la de un líder político y, mucho menos, la de un posible presidente del Ecuador: esa imagen está reservada para personas con el perfil de Rafael Correa: una persona que, en gran parte, cumple los parámetros de belleza más comunes, con estudios en el exterior y otros privilegios. Pachakutik, la CONAIE y todas las organizaciones indígenas han luchado por décadas en contra de esa imagen del indígena y han tenido un gran éxito, pero ahora que realmente tienen la oportunidad de tener un indígena como presidente del Ecuador, deben enfrentarse al arbitrario juicio de algunos sectores del pueblo ecuatoriano. La imagen de Yaku Pérez incomoda a más de uno, eso es evidente, y a esto se suma la inconformidad de quienes apoyan a Guillermo Lasso y a quienes pretenden prolongar el correísmo.
El argumento de “falso indígena” es doblemente ofensivo. Por un lado, el sector indígena ha sido históricamente explotado y olvidado, ha sufrido desplazamientos, ha sido despojado del derecho sobre sus tierras, se les ha negado participación política y han sido tildados de delincuentes o terroristas cuando han exigido que se cumplan sus derechos, como sucedió en octubre del 2019. Este sector ha luchado constantemente para que su historia sea escuchada, para que sus costumbres y tradiciones sean reconocidas, han tratado de divulgar su versión de la historia y a causa de esto han recibido constantemente distintas formas de discriminación. Es abrumadoramente ofensivo que ahora ciertos sectores de la población más privilegiada, crea conocer qué es y qué no es ser indígena, cuando son esas mismas personas las que no reconocen la historia, las que aprueban la violencia, deslegitiman las luchas sociales, ratifican el racismo y segregan lo que constituye al ser indígena en la historia. Por otro lado, es ofensivo hacia las bases políticas de Pachakutik como movimiento político, pues subestima profundamente la inteligencia del sector indígena al sugerir que no tienen la capacidad para gobernar y que además permiten que un mestizo se infiltre en sus filas con la aspiración de llegar a la presidencia. Pachakutik es un partido político que maneja con mucho cuidado sus bases políticas, y esta situación solo contribuye a reafirmar estereotipos nocivos que obedecen la lectura del “indígena ingenuo e ignorante”.
Ecuador se encuentra en un momento coyuntural histórico sumamente decisivo, dado que nunca antes un candidato de ningún movimiento indígena ha estado tan cerca de ser presidente del país. Era de esperar que el racismo en algún momento aflore y se haga presente cuando las estadísticas ubicaron a Yaku en la lista de los candidatos que podrían ir a segunda vuelta y ganar las elecciones. Esta coyuntura además demuestra que el progresismo todavía tiene mucho trabajo que hacer, debido al racismo que trata de detenerlo, el mismo que se disfraza de análisis políticos objetivos.
Referencias:
Monedero, J. C. (2021, febrero 8). Resultados electorales en Ecuador [En Clave Política]. https://www.youtube.com/watch?v=CEW6oqC1iAc