Por Stanislao

Más o menos así pasó:
Casi a los 16 años ya había tenido la suficiente lectura como para poder interpretar el mundo dentro de ese lugar perdido entre los bosques de un tiempo que no acontece alrededor del reloj. Como los gatos, que no pertenecen, que no fluyen, no conspiran; ellos marcan las patas simplemente porque el caminar sutil de su expresiva musculatura abarca el tiempo correcto del metrónomo, pero el metrónomo no suena igual dos veces. Recuerda bien sus botas, su cabello corto militar, su uniforme del color del suelo, esas botas bien lustradas. Comenzó un viernes, luego apareció un libro cada semana. El primero fue la Urcurrosa… al pasar de prisión en prisión, la costumbre se hace mucho más relativa y no ataca tanto los nervios como antes.
—Parecemos casados, —decía ella mientras tomaba mi mano con más vergüenza que amor.
La soledad era ácida en ese instante, por eso me fui. La consecuencia sería un tiempo desorbitado del ojo de Plutón siendo ahorcado por el señor de la casa:
—¿Por qué nunca recuerdas más que el nombre de ese gato?
—Porque no sabía antes que era un gato.
—¿No me vas a responder por qué te fuiste, verdad?
Había una maleta amorfa con un símbolo de un caza F12 o F54, y las palabras grandes confirmando su prisión. No hubo nunca una razón para llevar esa maleta tan incómoda aunque estuviese vacía.
—Nos quedamos mudos cuando supimos que se fue.
—Pero, ¿adónde se fue?
—Se fue al sur.
—¿Se acuerdan que había una cosa de su música que siempre escuchaba y comenzaba a repetir?
Me dio a mascar de su hierba.
Un té de valeriana se relajaba en la tacita de bordes dorados, maquillada precisamente en forma de ave que danza mientras cubre el oro de las ramas. El pie del pocillo refleja los años y marcha en tonalidades que divulgan el porvenir. El fondo amarga el té negro y endulza el de manzanilla. El abdomen recurva el elemento madre y rediseña su hilo en perpetuo socorro pintándolo con el color del líquido que se absorbe de las venas. Su canto suspira en contornos que se deslizan de los labios susurrando entre blancuras perfectas y un rosado que quiere jugar.
—Y ahora has vuelto… y la has traído. ¿Cuánto tiempo pasó? Dos días, tres… ¿Cuántos años? ¿Por qué lo hiciste? ¿Por qué te fuiste?
I
Tomó su maleta y encerró en sus oscuras mallas lo poco que tenía junto al valor que estaba sobre el suelo de cerámica. Tomó un poco de aire del recuerdo y viajó hacia el Sur desde ese sur.
II
El tramo de viaje entre ciudades no está contemplado en ninguno de los recuerdos del mencionado. Pareciera más como si hubiese salido de la puerta de su habitación y ya estuviese tomando una de las camionetas para seguir a la frontera. No hay ningún rastro que indique su trayecto, ni registros de entrada, ni boletos de asientos de los terminales terrestres en los que durmió, ni de los choferes que guiaron su transporte. Nada. El diario lo comienza él aquí:
III
Había una historia que me contaron de pequeño, no la recuerdo muy bien. No creo que sea buena idea escribir mientras camino, pero la brújula está marcando el paso y sigo hacia el sur. Sin desearlo, estoy un poco más cerca. Ni siquiera pensé… Jelmus me dijo un día que tendría que irme porque así estaba escrito y así los anticuados barbudos lo habían conversado en la mesa que tenía dos tazas de café; —Así lo dictó su amargura… pensamos que sería mejor dejarlo hasta el último, —dijeron. Siempre se me vino a la mente la idea de que Jelmus tenía problemas mentales, pero solamente era de la edad de estos árboles. Ya su mente no funcionaba al mismo ritmo que la del reloj, su voz era demasiado entrecortada como para poder entenderlo; ni siquiera sé si veía mis labios al conversar para poder sentir un poco del vibrar imprevisible de mis cuerdas y arrancarle al silencio una tenue voz que le indique por dónde ir. Perteneció a este tiempo, pero fue de otra época…
…Daniela se acordará algún día de nuestras historias allá arriba y se las contará a todos los salvados. Lo malo será que ni Jelmus ni yo nos quedaremos a escucharla, no podremos. ¿Qué más? Recuerdo a Soraya también, se enojó de que tuviera que salir hacia aquí, se enojó más cuando me vio salir. Hay muchos árboles que no son de aquí. Es algo extraño. El sonido de los pájaros ya no está, y solamente quedan unos pocos grillos y otros sonidos que dan miedo. Alzaré la carpa aquí…
…este cuaderno se está manchando mucho. No puedo escribir bien con la linterna en la derecha. No creo que pueda llegar, pero igual sigo yendo. Jelmus estará tomando ahora una cerveza, no recuerdo muy bien su rostro. Tengo mucha hambre y está lloviendo muy fuerte. Hace frío. El tiempo comienza a guiarse de otro modo. Me siento así…
IV
Varias revisiones: es la letra del sujeto en revisión. Es la historia, pero su hilo no concuerda con el transcurso cronológico. Se pierde —a veces— en una maraña de reconexiones transitorias. Más bien parece el recorrido de una existencia hasta el suicidio, solo que no hay cuerpo que buscar, solo uno que sigue caminando todavía en una ciudad desconocida por la historia, que las leyendas ni siquiera recuerdan. En varios puntos del planeta se han hallado entradas como la que él encontró, la cual después pasó a ser parte del hueco entre esta superficie y su pequeño universo… al que llegaríamos con nuestras maquinarias. El final culminante de aquel proceso era la extracción del rico mineral encontrado en el manto superior de la Tierra, así como la obtención de la madera especial que nacía desde esa corteza terrestre tan compleja. La habíamos estudiado y encontrado varios tipos de suelos y minerales, aún desconocidos y sin peso atómico. En conclusión, no sabíamos nada de ese sitio, nuestra maquinaria no daba rastros ni los operarios aparecían. No hemos vuelto a encontrar ese ingreso, y tampoco ha sido posible la localización del sujeto involucrado. Pero hay otro tramo que hay que recalcar de esta historia:
V
…Después de los cuatro días, ya estoy más contento…no he comido mucho, pero sí he encontrado la forma de beber mucha agua; hay muchos animales que me servirían, pero nunca pude pegarle a un pajarito con mi cata cuando era pequeño. Ahora tampoco avanzo ni a agarrar una ardilla que se come parte de mi pantalón de dormir. Sigue lloviendo y tengo mucho frío. La brújula ya no apunta adonde debería apuntar. Ya no sé para dónde está el sur y parece que estoy sobre unos montículos cerca de una cascada que no he podido encontrar… llevo caminando desde la salida hasta la casi puesta del sol. Buscando, sentí un picotazo en el tobillo, algo salió de mi carpa… Parece una equis. Espero poder aguantar el veneno con mi sangre. Somos de pura sangre. Desde ayer no he sentido sueño, hoy ya me siento muy cansado. Estoy envenenado… Y mañana ya no estaré…
VI
La mayoría de las hojas escritas no tienen mucho que ver con la ubicación o la forma de encontrar el sitio. Como se observó en el fragmento anterior, la mayoría de los recuerdos e ideas son más rememoraciones del sujeto, parte de su vida y lo que acontece días previos a la partida. No hay ninguna referencia al viaje y tampoco preparación alguna llevada a cabo. Solamente se narra que esa noche había que salir. Según posteriores estudios y exploraciones del comportamiento de los satélites naturales, ese día se demostró que la Luna absorbió rayos del Sol que no suelen ser comunes, y los proyectó sobre la línea ecuatorial en la zona boscosa de América del Sur.
La maquinaria, después de haber soltado al sujeto, comenzó la marcha y conquista, pero la marcha duró pocas horas y no sabemos nada de los conquistadores hasta la fecha, más que una grabación que llegó a nosotros desde una frecuencia desconocida y no utilizada hasta ahora por el grave bloqueo de magnetismo espacio-temporal que conllevaría su uso; lo suficiente como para sacar la tierra de su órbita. Aun con esa consecuencia, utilizamos lo más que nuestra tecnología nos dio para recibir el siguiente mensaje: —A bordo del tractor Santa María, nos dirigimos a la ciudad. Los equipos de recolección están entrando después de abrirse camino con el buldócer… la interferencia en la zona es bastante fuerte, los métodos de guía como la brújula o GPS no funcionan con normalidad, estamos observando un camino que no parece natural… Acabamos de entrar a la ciudad, los nativos no tienen armas, no puede… los árboles están arrancándose del suelo, caen sobre los tractores… los operarios uniformados bajan con sus armas… están disparando a los nativos. Repito. Están disparando a los nativos… los árboles siguen cayendo sin ningún motivo, parece que caen sobre lo extraño… Los operarios disparan a nativos. Desde la vista dos en punto se observa una naciente columna de humo… todo está en llamas… los nativos corren hacia adentro, no se ocultan… intentan salvar algo, la mayoría están muertos por los disparos, los vivos corren a calcinarse en los árboles… corren… Los operarios intentan detenerlos… son atacados… caen al suelo… la mayoría regresa a sus vehículos… ¡retirada!… ¡retirada!
Allí se pierde todo contacto. No se pudo enviar ningún mensaje, solo servimos de receptor. Lo último que se sabe es que el sujeto fue expulsado con una niña de identidad desconocida, demasiado pequeña para recordar algo de lo que tuvo que vivir.
Por interpretación, el pueblo entero fue exterminado. En parte por el fuego no cruzado de los operarios y guardias de la maquinaria que ese día penetró calcinando los cuerpos, pero también porque la mayoría, literalmente, se abrazó —por voluntad propia— a los árboles que estaban siendo incendiados. El fuego se provocó debido a las chispas creadas seguramente por el contacto del metal con el suelo y las casas mojadas de madera. No se sabe por qué los nativos tuvieron esa reacción.
En definitiva, la ciudad existe en un plano superpuesto sobre el nuestro, con similitudes en las formas de vida, pero con una gran diferencia entre nuestras y sus especies. El sujeto investigado fue expulsado por el pueblo al habernos abierto el paso a nosotros, pero por lo que sabemos, huyó del lugar con la que probablemente era su hija y una de las mujeres de la zona. Los nativos desaparecieron, al igual que sus casas y los árboles alrededor de ellos fueron devorados por el fuego.
No se han encontrado rastros del equipo enviado para extraer los minerales y la madera. La empresa responsable ha pagado grandes sumas de dinero a los familiares de los desaparecidos. Todavía no hay rastros del sujeto. El cuaderno fue encontrado en la carpa donde el sujeto había pernoctado días previos a su llegada a la zona mencionada y llamada por el individuo: “Ciudad de los árboles”.
Edición: Mariana Moreno.