Clara Sánchez

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Soy Clara, pero no clara. Entre luces y sombras, escribo, para aclararme —y ensombrecerme también—, recogiendo las palabras que logro ver cuando les salpica algo de luz.
Quise mucho. Quise saber. Quise mucho y quise saber si él también. La última vez que le vi, se lo pregunté. Traía consigo una niebla espesa, tibia, envolvente, que lo siguió hasta colarse por la puerta antes de que alcanzara a cerrarla. Un silencio asfixiante se sentó entre su...
Fueron dos barquitos
flotando en las aguas tibias
mansas tiernas dulces
de la inocencia
fueron dos hermanos
dos niños
venciendo el pasado
la crueldad que no se explica
fueron dos barquitos
que no merecían hundirse
se los llevaron las olas
de la tiranía
la cobardía del mundo
dolores que no eran suyos
no tenían por qué serlo
fueron los niños héroes
que nunca pidieron ser
soportando...
Un náufrago olvidado flota en un día de lluvia, mirando la vida desde su vagón, el escondite en que traslada su ensueño y sobrevive a su destino: ser por siempre anónimo, ser por siempre nómada.
Siento lento, es esta parsimonia mía, la de ver pasar las nubes como deseos a lo lejos, a una velocidad que no es la mía.
Esta es una ciudad sin dueño. Si es de alguien, será la ciudad de la desconfianza. Sí, de la desconfianza y la impavidez. De gente que se encierra en casas con las cortinas bien cerradas y nunca te mira a los ojos. Gente más o menos como yo.
¿Duele mucho?, averiguan a la distancia, cuidando de no acercarse demasiado para no ensuciarse las manos. Claro que duele, cómo no va a doler, pienso con rabia, con el pelo enmarañado de tanto retorcerse contra la almohada durante las pesadillas, entretejiéndose en la cabeza como un nido....
Escribo invierno en verano.
Nunca entendí por qué
necesitaste huir
tú en cambio no entendías
porque tenías que quedarte
en esta cárcel de ojos
que se tuercen
y dedos que sentencian.
Vivimos en una misma ciudad. Pero en mundos distintos. Porque hay muchos mundos en una misma ciudad. Así como hay muchos seres en una misma persona.
Su silueta solitaria espera de pie allá arriba. Hasta ahí ha llegado esquivando la penumbra, que lo ocupa casi todo.
Nunca estuve en una
pelea de gallos. Al menos eso creí hasta hoy. Tampoco tengo —¿tenía?— planeado
hacerlo. Las gallinas —y los gallos— nunca fueron animales de mi agrado. Mi
abuela tenía muchas, las tiene, hasta ahora, a pesar de que sus hijos se quejan
de su inmundicia y poca utilidad....
